Capítulo 06 - Parte I

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James cayó de la cama como un muñeco. De repente no era capaz de sentir nada, nada salvo el más exasperante vacío. Era semejante a estar en una nebulosa inalterable. Solo se encontraba él mismo con sus pensamientos, su cabeza girando en un eje ensortijado alrededor de lo que ella acababa de decirle. "Vivirás por siempre". ¿Acaso podía existir una idea más abrumadora y aterradora que la de una existencia eterna? No quería saberlo. No quería padecerlo. No podía soportar ni pensarlo.

«Dios, haz que pare, despiértame de este sueño horripilante»

—Ah, manchó las sábanas, qué desastre —suspiró su madre—. ¡Frederick! —exclamó. Uno de los vampiros que había salido antes de la habitación volvió a entrar, luciendo una sonrisa que poco tenía de agradable—. Llévatelo.

Había un tinte de ternura distinguible en su voz. James levantó la mirada, saliendo por un momento de su ensimismamiento para contemplarla, tan hermosa e inalcanzable como ella era. Entrelazaba las piernas entre las sábanas de satín y lo miraba con una sonrisa complaciente. Deseó ser capaz de tocarla una vez más (beber su sangre), pero apenas tuvo el impulso de acercarse a ella, fue sujetado con fuerza del cabello y arrastrado hacia atrás por el vampiro recién llegado. Éste portaba una mirada de desagrado que resultaba indisimulable. James contrayó la mandíbula, frustrado, pero encontró que no poseía la fuerza necesaria para resistirse al vampiro.

—Con gentileza, Frederick —advirtió ella, a lo que el vampiro decreció la fuerza de su agarre—. Puedes entrar de nuevo cuando lo dejes.

—¿Me dejará hacerle compañía esta noche, madre? —murmuró el vampiro, ilusionado.

Su tono, el cual rozaba la desesperación, provocó que ella riera suavemente con una mezcla entre genuina diversión y burla.

—Alguien tiene que limpiar las sábanas, cariño.

James gruñó e intentó removerse, pero no hubo nada que pudiera hacer para evitar ser arrojado de bruces contra el frío y húmedo suelo rocoso, fuera de la exuberante habitación. Frederik lo miraba, de pie frente a él, sosteniendo ambos extremos de la puerta y sonriendo con sorna. Tenía el cabello ensortijado y los ojos grandes y bien abiertos. Tenía un aspecto que rozaba la psicodelia y en su mirada no había más que malicia y burla.

—Qué tenga buena noche, neófito.

Las puertas fueron cerradas prácticamente en su cara, haciendo un ruido violento y molesto que lo sobrecogió, y entonces se encontró de nuevo sumido en la oscuridad. Solo que esta vez no estaba solo. En cada esquina y en cada sombra existía alguien que acechaba, alguien que esperaba la oportunidad ideal para atacarle. Era una sensación de peligro que vibraba en cada rincón de su cuerpo. Sabía que no estaba seguro, debía intentar ponerse a salvo, pero encontró que no podía moverse. Estaba entumecido. Sentía que en vez de extremidades tenía barras de acero por brazos y piernas. Se sentía parecido a un desmayo, pensó, su consciencia seguía siendo partícipe de la realidad, presente aunque obnubilada, pero su cuerpo simplemente no respondía a sus comandos. Hasta tener los ojos abiertos resultaba un esfuerzo, así que se rindió a cerrarlos, y de pronto pudo ser más consciente de la mezcla de sonidos a su alrededor, con tanta claridad que se sintió abrumado al oír una risa cercana

—Mi dios, ¿tan pronto? —exclamó una voz animada que James supo identificar como la cínica tonada que al parecer era habitual en Jack.

—Parece que madre ha tenido suficiente de él —agregó una voz distinta, más grave y sobria que la del vampiro pelinegro—. Tal vez sí deberíamos deshacernos de él después de todo.

James sintió un escalofrío recorrerle. Estaba solo en ese oscuro callejón, incapaz de siquiera abrir los ojos por su cuenta. No iba a ser capaz de defenderse si ellos decidían atacarle. Así que, asustado, abrió los ojos e intentó mover los brazos, sin éxito. Parecía que con cada momento que pasaba, más débil se encontraba. Entonces unas manos se posaron sobre su rostro, las yemas de unos dedos sobre sus mejillas, forzándole a mirarlo. Quiso resistirse, pero no pudo hacerlo. Y al enfocar la vista, pudo distinguir claramente a Viktor.

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