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A cada instante que Connor seguía en silencio, el miedo en Rose se agravaba. Eran como las últimas gotas de lluvia que caían tras una tormenta tempestuosa.
Luego de horas llorando, él se había llamado al silencio. No había dormido, no había comido y se había negado a abandonar el confort de su cama. Simplemente transcurría las horas acurrucado entre las sábanas, mirando fijamente un punto ciego en la habitación. Rose trató varias veces de intentar ver qué era aquello que observaba, trataba de buscar en sus ojos la respuesta, pero no encontraba más que una angustiante carencia.
Él no quería hablarle, suponía, y para Rose eso significaba una nebulosa tormentosa a la que estaba desacostumbrada. Sentía el rechazo y la distancia de Connor pesarle como cemento sobre los hombros, pero se sentía incapaz de abandonarlo y dejarlo solo con su dolor. En su lugar, prefería soportar la incertidumbre y la pena, porque, en esos momentos de insania tristeza, no sabía si podría aguantar estando lejos de él.
De todos modos, el silencio de Connor la atormentaba. Descubría en él un temor profundo, un miedo arraigado en las entrañas de que él la culpara por la muerte de su padre. La asustaba de tal modo que no podía dejar de repetir la escena de la despedida del alfa, aquel día en el que ella impidió que Connor fuera tras él. Pensaba, inconscientemente, que si hubiera hecho las cosas de otra forma, entonces tal vez...
—Él nunca debió irse, tenías razón.
El sol comenzaba a ponerse, cuando Rose dijo eso.
Connor ni siquiera la miró, pero su cuerpo se encogió debajo de las sábanas como respuesta a sus palabras.
—Connor —lo llamó ella, sintiendo un nudo en la garganta—. ¿Tú lo sabías?
Luego de su pregunta, sucedieron unos cuantos minutos de silencio en los cuales pensó que él jamás le respondería, así que volteó la mirada hacia fuera de la ventana y contempló el cielo anaranjado del atardecer. Hasta que de pronto su dulce voz rompió el silencio.
—No.
Sonaba triste y distante. Rose se mordió el labio, sintiendo una angustia envolverle el pecho. Por supuesto que él no sabía, pensó, porque de haberlo sabido, lo habría evitado.
Sentada en el alféizar de la ventana, volteó a ver a su hermano, que asomaba la carita por debajo de las sábanas. La estaba viendo a ella pero no la miraba realmente, porque sus ojos estaban desenfocados y tristes, y no pudo evitar sentir que había una enorme distancia entre ambos, más grande que los doce pasos que los separaban.
—¿Me culpas por haber dejado que se fuera...?
Esta vez la respuesta llegó más rápido.
—No.
Por un momento el silencio volvió a instalarse entre ellos, pero antes de que los tragara dentro de sus fauces como el monstruo gigante que era, Rose se puso de pie y se animó a preguntar aquello que más deseaba saber.
—¿Puedo abrazarte?
Connor descorrió las cobijas y esa fue toda la respuesta que ella necesitó. Fue hacia él. Olía a tristeza, pero aun así su calor era confortante y estando entre sus brazos se sentía como en casa. Connor le devolvió el abrazo con fuerza, como si la hubiera extrañado.
Entonces él murmuró:
—Yo tengo la culpa —admitió en un hilo de voz—. Sentía que algo malo iba a pasar. Lo sentí. Debí haberlo sabido....
En su voz se notaban las ganas que contenía de echarse a llorar una vez más.
Rose se alzó, mirándolo con molestia y negó.
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HÍBRIDOS
ParanormalEn las sombras de este mundo se esconden criaturas de dientes afilados y garras alargadas, monstruos que pertenecen al universo de los sueños y nos acechan en nuestras pesadillas. Rose, James y Lisa jamás han presenciado aquel lado sombrío del mundo...