Capítulo 05 - Parte II

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Sentada en el alféizar de la ventana, Rose miraba atentamente cómo su madre recogía los frutos del huerto. El sol le pegaba directo en el rostro y hacía relucir su melena rubia y su piel dorada, y se veía tan concentrada en su tarea que parecía abstraída del mundo. Eso era bueno, considerando todo lo que había ocurrido últimamente. Pero, internamente, no podía evitar sentirse herida por su indiferencia. A pesar de que entendía que estaba dolida, no comprendía la magnitud de lo que su madre había perdido, no lograba entender la complejidad del lazo que había unido a sus padres. Ella era una cachorra en espíritu aún, había muchas cosas que desconocía de la vida, y entre ellas se destacaba la importancia del lazo de emparejamiento (una promesa eterna, una unión destinada a durar toda la vida). Rose no podía entender el dolor de su madre cuando el único lazo que había perdido en su vida era uno que existía para ser roto: el lazo materno. Éste existía únicamente por un factor de supervivencia y se extinguía naturalmente cuando el cachorro sufría su primera transformación, y, a pesar de ser doloroso, la pérdida era sentida únicamente por la madre.

—¿Mamá se pondrá mejor, no?

La pregunta de Connor llegó hacia ella con un anhelo tal que hizo que se le encogiera el corazón.

—No lo sé —admitió Rose, volteándose—. Tal vez...

Miró a su hermano mellizo, su rostro envuelto en tristeza y preocupación mientras su cuerpito se acurrucaba bajo las sábanas. Habían pasado varios días ya desde la muerte de su padre, pero él seguía negándose a abandonar la habitación. Parecía haberse refugiado del mundo entre esas cuatro paredes y, aunque no era un comportamiento sano, Rose no podía culparlo por ello. Últimamente el mundo exterior no era muy agradable.

Un liviano olor a limones advirtió la llegada de su hermano mayor, quien atravesó la trampilla y les regaló una sonrisa débil. La primera impresión que Rose tuvo de él es que se veía muy cansado. Tenía pozos bajo sus ojos y los labios enrojecidos de tanto mordérselos. Aun así, forzaba una sonrisa, como siempre. Luka nunca parecía tener ganas de quejarse de las circunstancias injustas que parecían rodearle últimamente. En su lugar, escogía ser comprensivo y atento y escondía sus verdaderas emociones tras una curvatura de labios. Entendía que había responsabilidades que debía asumir, que era su turno de ser responsable, por ser el mayor, y por eso mismo, Rose había empezado a admirarlo en secreto.

 —¿Cómo fue? —preguntó ella con temor.

Ese día Luka había tomado el lugar de representante de la familia en la asamblea que el consejo de ancianos había convocado esa madrugada. Pero lo que usualmente serían un par de horas, se había alargado a casi medio día. En parte era comprensible, había muchos asuntos que tratar, pero aun así Rose no podía ocultar su nerviosismo. Estaba asustada por lo que su hermano fuera a decir.

Cuando Luka suspiró y su expresión pareció ensombrecerse, sintió que el estómago se le hundía. La imagen de Theo siendo echado de la manada se repetía en su cabeza como una constante.

—¿Pasó algo malo? —preguntó Connor, asomando la cara de entre las sábanas para mirar a su hermano mayor.

Al ver su rostro preocupado, Luka aligeró su expresión y negó, yendo hasta para envolverlo en un abrazo. Connor se acurrucó contra su hermano, dejándose abrazar por su aroma familiar a limones, entendiendo que ambos necesitaban ese consuelo.

—Luka... —exclamó Rose con nerviosismo, apurándolo para que hablara.

Él apoyó la mejilla contra la cabeza de Connor, mirando por un momento a un punto fijo en el suelo. Parecía perdido en sus propias cavilaciones, como pensando qué decir, hasta que de pronto elevó la mirada hacia ella, enfrentándola.

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