Sentada en la silla de mi escritorio repase un millón de veces lo sucedido en el último año y sobre todo los momentos donde Diego se encontraba y no pude entender cómo fue que paso de ser un completo extraño salvándome el trasero a la marioneta de Christian que no podía sacarme de la mente y me hacia vibrar cada vez que su piel y la mía tenían contacto, él me hacía sentir frágil como si pudiera verme por dentro, lo que pienso, lo que sueño incluso lo que temo. Estúpido sabelotodo.
Mire las cámaras exteriores de La Base, el sol estaba perdiendo luminosidad, al menos le quedaba unas horas más las suficientes para llegar a casa antes del anochecer, llevaba horas tratando de concentrarme en todo tipo de cosas pero sin éxito, no podía sacar de mi mente el hecho de que habían estado a punto de exterminarme, no podía permitirme dejar que una situación así se repitiera, no podía depender de los que dependían de mi y eso me estaba matando yo tenía que protegerlos a ellos, prácticamente mi padre me educo para eso y que algo así me pasara a mi era imperdonable y muy humillante y por otro lado estaban los setenta y tres inmortales que perdimos en la batalla. Gracias a algo (no creo en Dios) o por obra del destino Andrew había sido enviado de guardia en el perímetro de las costas y no estaba en La Base cuando la bomba estallo, al llegar a mi oficina por la tarde un paquete esperaba en mi escritorio, Andrew me había enviado una Adantrapola una flor que solo florecía durante cinco minutos cada año era una de las cinco flores más raras del mundo y él había encontrado una… era un botón de un rojo tan intenso como la sangre y del tamaño de mi mano, era muy suave como seda. Puse una roca de la fuente del pasillo en un paquete para que la enviaran de inmediato a Portugal.
Me arte, puse la computadora a un lado, saque los papeles de las investigaciones de Leblanc y los metí en una de las maletas para gimnasio que guardaba en el armario, puse varias prendas de ropa por encima para que no se notaran los papeles, me cambie de ropa y después de ponerme la chaqueta, le escribí una nota a mi padre y sin explicarle nada le avise que no estaría disponible durante un mes. Ya no podía seguir estando entre la espada y la pared, me estaba asfixiando estando ahí, una infinidad de veces prometí a mis padres que pasara lo que pasara La Base siempre seria primordial en mi vida pero ya no me sentía capaz de soportar la presión que representaba el tener que encargarme de mantenerlos a todos a salvo.
Por suerte mi padre confirmo su llegada a La Base para después del ocaso y yo pude dejar la nota sin contratiempos, me tome un segundo sentada en su silla, en el escritorio había una fotografía de nosotros en navidad era muy vieja y se veía opaca, su computadora no estaba, siempre la llevaba consigo cuando salía de viaje. Deje la nota en el lugar de la computadora y salí.
Conduje hasta llegar a mi cabaña a las afueras de la ciudad, Maite estaba poniendo un hermoso arreglo de tulipanes en un jarrón en la mesa de noche de la sala, las arrugas enmarcaban su rostro sobre todo al sonreír, habían pasado varios años desde que la encontré en las calles sucia y con un pequeño niño a cuestas, ahora esos ojos almendrados ya no tenían ese brillo que siempre había visto. Me quede sentada en el sofá mientras ella limpiaba la barra.
-ya deja eso-le quite el trapo de las manos-yo puedo terminar de limpiar
-solo aceptare por esta vez-cedió sentándose, sobo sus manos cansada
-haz envejecido-masajee sus manos
-decirlo no es nada amable-apunto-pero eso no le quita veracidad-me dedico una afectuosa sonrisa
-¿has pensado en retirarte?
-¿me vas a correr?-se aterro
-estas cansada-asevere-yo cubriré tu pensión