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La cena de aquél 25 de diciembre había terminado en un consumo mínimo de tragos que habían mandado a Emma directa a la cama, le quité sus zapatos y cuando iba de camino a salir, extendió su mano y me pidió quedarme, como cada vez que dormíamos juntas, me pegué a ella y nos dormimos abrazadas. Con Emma todo parecía demasiado brillante, las siguientes semanas hasta el verano habíamos montado una pequeña rutina para tomar el té, menos los sábados que yo asistía a la Universidad. En una de esas tardes de verano íbamos en el auto de Zelena, Hade gritaba en el intento fallido de cantar una canción que pasaba por al radio y Emma no podía parar de reír y por ende, reía yo. Entonces Zelena se detuvo de golpe y creí que iba a saltar por el parabrisas.

-¡OYE! -grité.

-Ya van a abrir el auto cine, mi amor -ah sí, creo que olvidé mencionarlo, ya eran pareja oficialmente- podemos venir con Dorothy -y esa era otra cosa, habíamos conocido a la encantadora Dorothy, una pequeña niña de siete años sumamente graciosa e inteligente, la hija de Hade.

Se pusieron a hablar mientras Zelena ponía el auto en marcha de nuevo, voltee a ver a Emma que me sonrió antes de contestar una llamada, Killian, lo supe porque últimamente el chico estaba más cerca que nunca debido a el desinterés que dejaba ver Emma.

-No sé si pueda -respondió Emma, la voltee a ver- no sé, trabajo por las tardes y no.... -se detuvo y suspiró rodando los ojos- no es eso, cariño. -algo le dijo y ella soltó una risita- ¿a las 7? Está bien.

-¿Planes de última hora? -le pregunté y sonrió.

-Parece que Killian sabe del autocine, pasa por mí a las 7, aún tenemos chance de tomar té -sonrió y sonreí.

-¿Manzanilla o manzana?

-¿Ambos? -sonrió.

Me dejaron frente a la farmacia cuando Robin iba saliendo, me despedí de ellos y bajé a darle un abrazo a Robin, me pegó fuerte a su pecho y llenó mi rostro de besos.

-¡No la gastes, peludo! -gritó Hade y Robin suspiró, no se llevaban bien.

En el auto, no demasiado feliz: Emma, según Zelena había puesto cara de pocos amigos y cuando yo había volteado a ver, ella miraba su celular. Una vez el auto estuvo lejos me apresuré a despedirme y entrar a la farmacia; el día no pasó demasiado lento, en realidad las horas pasaron tan rápido que ya me encontraba entregándole las llaves a Ana.

-¿Un día muy ajetreado? -las tomó y sonrió.

-No, no, qué va, Robin estuvo aquí en la mañana, andaba enfermo y pasó por algo -ella asintió.

-Por eso estoy aquí.

En el saludo de la mañana me había comentado que se sentía enfermo, tenía un poco de fiebre y por eso había cambiado con Ana.
Abrí la puerta y al salir, recostada a un lado de la farmacia: Emma. En su vestido floreado y el cabello amarrado, con sandalias y su bolso en la espalda, me sonrió y le sonreí, empezamos a caminar en busca de un taxi.

-¿Cómo ha ido el día? -susurró y sonreí.

-¿Te sientes mal? ¿Por qué me susurras?

-No, solo, no sé -sonrió y sonreí.

-Estoy bien, el día fue tranquilo -la miré y sonrió- ¿qué tal las clases? -su sonrisa se multiplicó y reí- déjalo salir.

Cuando subimos al auto empezó a contarme y cuando llegamos a mi casa seguía hablando, reí casi al punto de llorar y luego sus ojos se llenaban de luz al hablar de el nuevo número que estaba montando.

-Y bueno, empezaremos a concursar este mes para en Noviembre llegar a Nacionales -esta vez lo dijo tímida y mis ojos se abrieron de la impresión.

GIROS -swanqueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora