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Algunas veces los días son un poco confusos, como cuando el verano empieza a decirnos adiós y las hojas empiezan a caer pintadas de tonos cálidos, ese día estaba caminando por una acera, iba con mis pantalones a la cintura y tobilleros de vestir rojos, un abrigo negro y mis botitas bajas, el pelo se me mecía con el viento y el helado en mi mano amenazaba con derretirse, quisiera decir que las cosas con Emma mejoraban o avanzaban, pero las cosas solo eran cosas estáticas, no volvimos a tocar el tema y arrancamos esos últimos momentos incómodos, su relación con Killian progresaba y por ahí oí mencionar un atisbo de...

-Tal vez la boda se adelante -la miré y ella sonrió.

-¿Sí? ¿Ya el vestido está listo? -entramos en la tienda.

-Pues eso lo sabremos hoy -sonrió.

Unos tres meses atrás estaba de sentada dibujando a su lado un precioso vestido, un mes atrás a ese día  me había tomado de sorpresa su compromiso, creo que nos tomó de sorpresa a la mayoría, me atrevo a decir que también la sorprendió, y no gratamente, a ella, a ella que se esforzaba, a mi parecer, ¡enormemente! En hacerme, bueno... hacernos creer que estaba exageradamente feliz con el acontecimiento. Bueno, retomo, una tarde de verano llegó a la casa realmente extraña, y si no es porque Hade tiene ojos de Águila, posiblemente ese día no nos hubiéramos dado cuenta de que llevaba una sortija. Creo que nunca había visto a Hade tan preocupado por mí, creo que nunca lo ha vuelto a estar, sin embargo mi reacción fue la de una amiga feliz, le di un abrazo, un beso y me ofrecí a acompañarla en las compras, ofrecimiento que Zelena cuestionó como autoengaño y aleccionarme; dichos argumentos los comprobé esa misma noche al otro lado de la puerta bajo cerrojo al verme a mí misma desecha en un mar de agua salada llamado "lágrimas", me dolía en lo más profundo del corazón saber que se iba a casar, de repente todo lo que me estuve y les estuve negando las últomas de semanad se hizo real y palpable.
No sé sé si alguna vez han llorado tanto que los ojos duelen y arden, tanto que las lágrimas no bajan de una en una, sino que parecen chorros de agua bajando, pasan rápidamente los pómulos, algunas de desvían a la de mejillas y otras pasan por la comisura de los labios. Cuando una se despierta así, después de una noche de llanto, los ojos parecen dos fresas enormes, ese día me reporté enferma al trabajo y no bajé hasta que mi casa no estuvo sola, mi celular reposaba en silencio al lado de mi plato de cereal mientras intentaba, más mal que bien, desayunar. La bandeja de mensajes anunciaba treinta y cinco de una sola conversación, ni siquiera creí que fuera Emma, estaba confundida, o bueno, eso quiero creer. Esa mañana tocó a la puerta en variadas ocasiones, en ninguna contesté aunque estaba sentada en la sala sin nada qué hacer. Al medio día decidí revisar los mensajes a los que hay que sumarle tres más, esos nuevos tres eran de Emma preguntándome si quería ir a almorzar afuera, que tenía libre y no me había visto salir en la mañana a trabar. ¿Por qué me iba a ver si ella estaba libre?, ignoré los mensajes y entré al chat de Zelena, como veinte mensajes seguidos que escribían lo mismo: te amo, peque. El resto eran unas pequeñas frasecitas que seguro había pensado toda la noche, cuando vi la hora del mensaje lo confirmé y sonreí, y justo cuando había terminado de leer llegó otro:

"¿Y si te vienes a tomar un café conmigo en uno de estos restaurantes donde solo vienen señoras?"

Me reí y de repente sentí que me dolían un poco los músculos de la cara.

"Lo siento, Emma, quedé de salir con Zelena, ¿otro día?"

Y aunque me iba a salir directo a responderle a Zelena, entró un mensaje.

"¿Y a la cena? ¿También tienes planes?"

"No, pero tú has de tener..."

"Hay una cena en casa por el compromiso, invité a tu padre, Hade y Zelena, pero en realidad solo quiere que estés tú"

GIROS -swanqueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora