Siete.

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Escuché la bocina de un auto y me sobresalté, pero respiré hondo y me levanté del sofá dispuesta a caminar a la puerta de entrada de mi casa, no sin antes darme un rápido vistazo en el gran espejo que se encontraba en el pasillo encargado de comunicar la sala y la entrada.

- Todo va a salir bien. -le dije a mi reflejo, para tranquilizar los crecientes nervios que me invadían.

Salí de mi casa y vi el auto en el que estaban Manuel y su padre, él era el que se encargaría de llevarnos a nuestra cita, nuestra primera cita de verdad. Yo no había conocido a su papá antes, pero ya Manuel me había explicado que a pesar de que él vivía solo con su madre y sus hermanos, muchos días iba a la casa de su progenitor porque mantenía una excelente relación con este.

Él resultó ser muy amable, siempre nos sacaba conversación e incluso hablaba más que su propio hijo. El viaje duró una hora aproximadamente y cuando llegamos, Abian, el padre de Manuel, le susurró algo rápidamente, que por más que traté de poner atención, no pude captar. Los dos nos despedimos del hombre y bajamos del auto.

- Perdoname por lo lejos, quería planificar algo en un lugar más tranquilo.

- Pensé que querías secuestrarme, boludo. -bromeé y los dos nos empezamos a reír.

- Prometo que no te voy a secuestrar -dijo dándose un ligero golpe en el pecho. -, mejor vení que te enseño algo.

Me agarró de la mano, tomándome por sorpresa, pero lo seguí mientras me guiaba hacia la orilla de un lago, nos sentamos en el pasto que lo rodeaba y yo me quedé admirando el paisaje mientras él empezaba a revisar su mochila en busca de algo.

- Igual, alto viaje para tomar un helado ¿no? -le dediqué una mirada pícara, él respondió sonrojándose.

- Me tomó un tiempo planificar esto, -me miró con timidez y sacó algo de su mochila. -, quería que fuera algo especial.

Ahora fue mi turno de sonrojarme, es que imaginármelo pensando en hacer algo especial para nuestra cita me emocionaba bastante y me provocaba unas ganas incontrolables de darle un abrazo en ese mismo momento, pero no quería incomodarlo entonces solo sonreí ampliamente, tratando de reflejar mi agradecimiento.

- En realidad no traje helado, pero sí traje... -me mostró un tupper que contenía un pastel con un aspecto bastante apetitoso. -este pastel de chocolate, y es vegano.

- Lo recordaste. -mi sonrisa no hacía más que ensancharse.

No podía creer que se acordara de que yo era vegana, por lo que recordaba se lo había mencionado hace algún tiempo pero sin ahondar mucho en el tema. Que tuviera estos detalles me hacía sentir muy especial.

- Obvio, -me correspondió la sonrisa. -pero mi hermana y mi mamá me ayudaron a hacerlo, yo no soy bueno con la repostería. -añadió.

Ahora sí que no me podía aguantar, me acerqué a él y le di un fuerte abrazo, al separarnos nuestros rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

- Muchas gracias, Manu.

- No es nada. -bajó la mirada y por lo tanto, me alejé de él.

La verdad es que la tarde fue maravillosa, comimos y hablamos de todo y de nada, como siempre, pero esta vez era mucho mejor por el contexto de la situación, el lugar era increíblemente tranquilo en comparación a la bulliciosa ciudad, por ejemplo.

También nos mostramos algunas de las canciones que más nos gustaban, y al hacerlo me sentí especialmente conectada con él, ya que, por lo menos para mí, la música que más nos gusta representa una parte de cada uno de nosotros y compartirla era eso mismo, compartir un pedacito de lo que somos.

- Tal vez este no sea el alba, pero aún así cuando lo veo me recuerda a ti. -dijo Manuel obvservando las pinceladas de rosa que se asomaban en el cielo, indicando que estaba empezando a atardecer.

Cuando soltaba esas frases de repente, me saltaba un poco el corazón, ya que sabía que se debían a la espontaneidad del momento y no era algo que él diría usualmente.

- Manu... -susurré.

- ¿Si?

Hicimos contacto visual por unos segundos, y lo solté: - Me gustás.

Él se rió y sus mejillas se tornaron de un rojo intenso, pero no pronunció ni una palabra. A pesar de ello me dejé llevar por una sensación muy fuerte dentro de mí y lo besé, al principio se quedó rígido pero rápidamente continuó el beso, fue algo corto y no diría que perfecto, pero a mí me hacía sentir aliviada que al menos a través de ese gesto me comunicara que sí sentía algo por mí, de otra forma no lo hubiese respondido así.

No dijimos nada por un rato después de separar nuestros labios, simplemente me recosté en su hombro y él posó su brazo alrededor de mí, y en esa posición nos quedamos admirando los hermosos colores que el cielo brindaba en el ocaso.

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