La noche giraba y giraba, con todos observandose entre sí y con ganas de beber hasta más no poder.
Al menos así quería pasar la noche, estaba bastante cansada de la rutina y por sobretodas las cosas de la semana de mierda que había tenido. Necesitaba un verdadero y potente break.
La separación de mis papás se venía alargando hacia rato. Desde que tengo memoria ellos dos no se bancaban ni un poco, pero pensaban que debían seguir juntos por el bien mío y el de mis hermanos. Tal vez pensaban que no íbamos a escuchar las discusiones en la madrugada y las frecuentes demostraciones de odio que se encargaban de manifestarse.
- Ya estamos acá, divertite. - me quiso motivar mi amiga, aunque la verdad sentía que por más que me esforzara iba a ser imposible.
Trago va, trago viene, trago sigue y trago gira. Si seguía bebiendo así, no iba a terminar la noche como debía, y eso en cierto punto funcionaba como incentivo.
- Cómo tomas, nena. - me hizo un gesto el chico de la barra. - Si seguís así, más te vale que tengas una amiga que te cuide.
- Sí, está por ahí. - señalé a la nada misma. - ¿Tu nombre?
- Agustín, ¿El tuyo? - me estiró su mano, buscando estrecharla con la mía.
- Carolina. - sonreí y estiré la mía. - Sos más divertido que la mitad de los chicos en esta casa aburrida, ¿Te lo dijeron alguna vez?
- Intercambiamos dos palabras, pero gracias por pensar que soy divertido. - rió chiquito. - Vos también pareces divertida, más si estás sobria.
- Los efectos del alcohol y de salir hija de un comediante. - me encogí de hombros y tragué el contenido del shot de un saque. - ¿Vamos al cuarto?
- No voy a hacer nada con vos en este estado, Caro. Disculpame. - me miró.
- Acompañame, no va a pasar nada. - rodé los ojos. no todo en esta vida es cojer.
Agustín tomó mi mano y entre la muchedumbre nos hicimos lugar para pasar. La noche seguía girando, no había forma de detenerla, aunque yo sí sabía cómo hacer que parara.
- Que lindo cuarto, ¿Es tu casa? - preguntó él mirando las pinturas de las paredes.
- Ni en pedo meto a tanta gente en mi casa. - reí. - Es de una amiga, así que estamos a salvo acá.
- ¿Sabés hacer barcos de papel? - cuestionó curioso acercándose al escritorio lleno de hojas. Negué con la cabeza. - Vení al piso que te enseño.
Me acerqué a él y comenzamos a armar algunos. Agustín los hacía con una facilidad que me sorprendía bastante, mientras que yo era una tortuga vieja intentando unir dos puntas, provocando que se riera con cierta ternura y que intente ayudarme a pesar de mi terquedad.
- ¿Cómo aprendiste a hacerlos? - pregunté curiosa.
- Me enseñó mi abuela cuando era chico. - dejó el barquito a un costado. - ¿Nunca hiciste? - negué con la cabeza. - ¿Ni en el colegio?
- Ni en el colegio. - contesté. - Y tampoco tuve muchos amigos, así que no hice con ellos.
- Mirale lo positivo... - pidió. - Si hubieses sabido antes, no estaríamos haciendo barquitos ahora. - sonrió.
- Es cierto. - asentí. - Estaríamos en este cuarto haciendo nada, mirando al techo.
- Igual tampoco es que estemos haciendo mucho ahora. - carcajeó.
- Bueno, vos me entendiste. - lo empujé levemente.
- Yo te entendí. - asintió sonriente.
- Gracias por entenderme. - reí burlona.
- Gracias por dejarme entenderte. - dedicó una sonrisa sincera.
Pude observarlo durante unos momentos, los cuales parecieron eternos en cierto punto. Sus ojos eran charcos mágicos, llenos de brillo y destellos por todos lados. Su sonrisa era tímida, pero con una calidez infinita, salía muy a menudo, pero con diversos grados de confianza. Tenía los cachetes colorados en este momento, pero al principio de la noche no poseían aquel color carmesí que ahora predominaba sobre la pálida piel de Agustín.
- ¿Sos tímido? - pregunté suave. - Pareces tímido.
- A veces... - se encogió de hombros. - Soy un chico que hace barquitos. - sonrió agarrando uno.
- Bueno, haces lindos barquitos por lo menos.
- Años de práctica me llevaron a este momento. - se estiró con falsa modestia.
- Ya son las seis. - bostecé viendo la hora. - Mi amiga me debe estar buscando.
- Sí, mis amigos también... - se rascó la nuca. - Me van a preguntar qué hice toda la noche con una chica tan linda y me van a querer matar cuando responda barquitos de papel. - rió.
- Vos también sos un chico muy lindo. - confesé un poco bastante sonrojada. - Mi amiga me va a burlar de acá a la eternidad por haber hecho barquitos de papel.
- Te regalo este, toma. - me entregó un barquito todo dibujado por él.
- Gracias... dibujas muy lindo. - sonreí.
- Es bueno saber que no estudié en vano. - rió. - Después abrilo, tiene un dibujo más adentro. - señaló.
- Nos vemos, Agus.
- Nos vemos, Carito.
[...]
- ¡Al fin en casa! - suspiré tirándome en la cama.
Dejé las cosas sobre la mesa de luz y me acosté, permitiéndome sentir y disfrutar las fibras de las sábanas nuevas que compré la semana pasada. Goro, mi cachorro, se animó a subirse a la cama a pesar de su pequeño tamaño y se acurrucó a mi lado, como casi todas las noches solía hacer.
"El barquito." pensé.
Me acomodé en la cama y agarré el barquito que se había caído de la mesa de luz. Al abrirlo pude apreciar un dibujo bastante colorido, con una firma y un número debajo de ella.
"Agustín Cruz, - o Acru-.
Llamame un día de estos."
- Un día de estos te llamo. - sonreí mirando al techo y con el barquito en el pecho.
🌙🌙🌙
no me gustó mucho este pero quería largar algo.
el próximo todo manucho así no me matan.
te amo carito. ❤️✨