"Pero no puedo ponerme un sticker en la cara, tendrías que tener la puerta entrecerrada así se ve el cuarto pero no mi cara..." explicó Azu. "Así que corre la puerta que saco la foto."
Su madre bufó asintió para no discutir. Azucena era muy quisquillosa con ciertas cosas, por lo que mejor no entrar en detalles.
"¿Es la última foto?" Azucena asintió. "¿Le sacaste al baño?"
"No porque se me re ve la cara, está lleno de espejos." respondió obvia.
"Las saco yo si queres."
"No, porque apareces en mis historias todo el tiempo y es casi igual a que las saque yo..." rió. "Los de la inmobiliaria van a entender."
"Seguro te lo alquilan al toque..." se sentó en el sillón. "Está bien cuidado y la zona es re linda."
"Ojalá, me quiero mudar ayer más o menos..." suspiró. "Me trae recuerdos feos, bueno, vos ya sabes."
Su madre frunció el ceño y expuso una mueca de angustia. Azucena había pasado por una relación bastante violenta con su ex pareja mientras ambos vivían en esa casa. Recordaba con precisión cómo tapaba algunas heridas con el corrector y la base para que no se notaran al llegar al set. Como esos recuerdos habían millones, casi incontables.
"¿A dónde te mudas?" preguntó curiosa su mamá intentando cambiar el tema.
"Vi uno en Colegiales que estaba lindo, capaz me vaya a ese." se encogió de hombros.
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"¿En serio?" preguntó anonadada.
"Sí, me pidió para visitar la casa si es que no te molesta y lo antes posible..."
"¿Y cuándo sería eso más o menos?"
"Si podes ordenar para mañana ya mismo le escribo y te aviso."
"¿Mañana?" cuestionó dudosa. "Em bueno, dale. Hagamos así."
"Genial Azu, ahí le aviso y te escribo."
"Dale Ángel, nos estamos hablando." cortó la llamada.
Azucena contempló el desastre que tenía en su departamento y se preguntaba cómo iba a ordenar antes de la fecha límite.
Eran dos ambientes, pero eran dos ambientes bien amplios y pulcros, por lo que le tenía que meter esmero para presentarlo.
Al rato su celular vibró dando la notificación de mensaje. Al agarrarlo leyó que la cita estaba programada para las cuatro y cuarto de la tarde, por lo que decidió apurarse. Llamó a una amiga para que la ayudara y juntas ordenaron mucho más que si hubiese estado ella sola.
"No sé cómo no sacamos un enano de esta casa, te juro..." rió Valeria riendo. "¿Pedimos algo? No tengo ganas de cocinar."
"¿Pedimos pizza?"
"Pedila cortada y de punta bordeada."
"Dale, lo aclaro." le dedicó una sonrisa dulce.
Mientras tanto, en la pizzería del barrio, Enrique estaba recibiendo los pedidos a través de la aplicación de comidas.