seis.

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"¿Entonces voy a tu casa?" él asiente. "¿Después de clase te parece?" asiente nuevamente. "¿Querés que lleve algo?"

"Quiero que dejes de hacer preguntas, a veces sos insoportable, Palo..." suspira profundamente. "Igual te quiero y estoy feliz de que me haya tocado hacer el trabajo con vos, eh, pero a veces me quemas el mate." ríe restándole seriedad al asunto. "Creo que tenés el equipo de iluminación, llevalo."

"¿Vivís lejos de acá?" pregunto curiosa. "Porque si vivís cerca lo llevo caminando, sino me pago el Uber, es importante saber la respuesta." insistí bromeando.

"Vivo en Los Andes, ¿viste ahí del cementerio?

"Sí, sí, ya sé dónde es..." recordé luego de darle vueltas en mi cabeza. "Tipo seis caigo."

Estaba ansiosa, bueno, por lo general vivo en ese estado de cierta euforia y ansiedad con nerviosismo, mi cabeza siempre iba más rápido que mi cuerpo. Atino a salir del pasillo y asistir a la siguiente clase. La medialuna a medio tragar y el café que no me ayudaba a bajarla, ya se me arruinó el día.

Salgo de la facultad y casi corriendo llego a mi casa, si no me apuraba, iba a llegar tarde. Julián odia la impuntualidad, es la persona más amiga del reloj que conocí en toda mi vida, además de meticuloso con el estudio.

"¿Vas a llevar todo eso sola?" pregunta mi mamá riendo con el repasador en la mano.

"Sí, vive a unas cuadras..." respondo segura, cuando había todo menos seguridad.

"¿Querés que te alcance con el auto?" propone, y por más tentadora que fuese la oferta no tenía ganas de molestar.

"No, deja, lo engancho a la bici..." respondo luego de pensar la idea. "Me voy porque sino Julián me mata." dejo un beso en su cachete y agarro a cuestas el equipo.

Cargo el equipo al carrito de la bicicleta y comienzo a pedalear. Música en mis oídos y una Buenos Aires tan linda como solo podía estar en primavera. Llego a un semáforo y le aviso a mi compañero que estoy llegando, quería evitar el quedarme media hora esperando que me abriera.

Ato la bicicleta a un poste para que no me la roben, porque claro, es re linda Buenos Aires, pero si respiras de más te afanan el oxígeno también. Ahora la pregunta era cómo llevaba todo esto de un lado a otro.

"Parece que necesitas ayuda..." escucho una voz masculina detrás de mí y solo tiemblo por el susto que me dió. "¿Podés?"

"Me asustó..." me doy vuelta para verlo y encontrarme con una cara esculpida por algún amigo de Dios allá en el cielo. "Estoy esperando a alguien, gracias igual."

"No era mi intención, disculpa..." ríe por lo bajo ante mi reacción y me molesta un poco su actitud por más buena que fuese su intención. "No veo a nadie más acá, ¿segura de que viene?"

"¿Qué te importa?" respondí con prepotencia. Ahora entendía a la gente que se enojaba conmigo cuestionando todo. "Perdona, pasa que no me contesta y tendría que estar acá abajo ayudándome a cargar todo esto." explico automáticamente.

"¿Lo tenés que llevar lejos?" le dedico una mirada seria. "Listo, no pregunto nada..." alzó sus manos en señal de 'no hay problema, está todo bien', gesto que me causó cierta ternura por su forma de actuar. "Mira, yo me voy a sentar en ese banquito con mi perro que está jugando..." señala. "Si tu ayudante mágico no aparece, y yo sigo ahí, me podes chiflar."

"Gracias, pero ya está viniendo..." mentí. ¿Qué sabía yo lo que estaba haciendo Julián? Aunque cualquier excusa servía para sacarme a este hermoso pero potencial acosador de encima. ¿Quién es tan generoso para ayudar a otro sin conocerlo? ¡Sobretodo siendo varón!

𝐛𝐫𝐞𝐯𝐞𝐬.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora