El secreto

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Milo

Varias semanas habían pasado de la partida de Camus. Eso decía el calendario al menos, pues había perdido el sentido del tiempo hacía bastante. Sin él los días ya no tenían sentido. El color del cielo no era tan celeste, las flores no eran tan bellas, la hierba no era tan verde ni el sol tan cálido.

Todo se había vuelto gris..

Pero a pese a todo, lo intentaba. En verdad intentaba estar mejor. No creía lograrlo pero al menos sus amigos sí se lo creían y eso era algo bueno. Lidiar con la lástima de sus compañeros y con la ausencia de Camus era demasiado.

- Te ves bien, Milo - comentó el geminiano con una sonrisa en sus labios.

Éste lo había convencido de pasar un rato a orillas del lago, en las afueras. No sin haberse resistido previamente, accedió al fin. La verdad no le gustaba ir a aquel lugar con otra persona que no fuera el acuariano. Estaba ahí y le era imposible no recordar cuántas veces había pasado allí la tarde con el francés, fingiendo observar la puesta de sol cuando en realidad lo estaba mirando a él.

- ¿Tu crees? - lanzó sin prestarle mucha atención.

- Creo que empiezas a superarlo..

¿Qué? ¿Cómo se le ocurría tremenda estupidez?

- Puede ser - mintió.

- Milo yo.. - comenzó el gemelo. - Hay algo que me gustaría decirte.

Por el tono de voz utilizado por su amigo dedujo que se trataba de algo importante. Clavando sus ojos en los suyos, prestó atención.

- Milo tú me gustas.

Se quedó estupefacto. De todas las cosas que Kanon podría haberle dicho esta era sin dudas la última que esperaba escuchar.

- Qué digo gustar.. - retomó ante su silencio. - Estoy enamorado, Milo. Lamento no haber sido sincero contigo pero estoy seguro de que entenderás. No podía decirte esto antes con él llamando tu atención, con tus sentimientos a flor de piel. Y ahora que te ves mejor, bueno yo..

Horrorizado con lo que escuchaba, no pudo sino alejarse lentamente de su amigo. Ahora que lo pensaba, estaba demasiado cerca.

- Kanon.. - susurró sin saber muy bien qué responder.

- Sé lo que dirás y te pido perdón nuevamente por haber escondido tanto tiempo esto pero es que desde aquel día en que me enjuiciaste me robaste el corazón. Te amo, Milo..

- ¡No! - gritó sin pensarlo. - Kanon tú.. No es posible que me ames..

- Claro que sí - le sonrío optimista. - Y no te pido que tú..

- ¡Kanon! - lo interrumpió. - Te digo que no es posible. Tú.. No me conoces..

- ¿Cómo que no? Milo pasamos muchísimo tiempo juntos.

- Kanon tú conoces de mi tanto como yo de ti y eso.. No es mucho..

Estaba totalmente paralizado por aquella confesión. Jamás se lo habría esperado aunque, si lo meditaba, quizás el gemelo sí se había comportado un poco extraño. Aún así. No era posible. Si se había enamorado como decía, lo había hecho de una simple idea que tenía sobre él, no de quien realmente era.

- Hay mucho más que no está a la vista, Kanon.. - continuó en un intento de abrirle los ojos. Amar era una palabra demasiado fuerte, él bien lo sabía. - No conoces mis penas.. Mis miedos e inseguridades.. No sabes quien soy..

El geminiano se vio afectado por sus palabras, como era de esperarse, más no por mucho tiempo puesto que, optimista, continuó con su discurso.

- Quizás tengas razón, Milo. Pero te juro, estoy dispuesto a aceptar todo de ti. Por favor, no me digas nada ahora. Sólo piénsalo..

- Kanon.. - murmuró. No sabía qué más decir.

- Sólo eso quiero escuchar, por favor.. - se le acercó tomando su mano. - Te suplico que lo pienses. Dime que lo harás.. Yo sé que puedo hacerte feliz..

Lo tenía más cerca de lo que le habría gustado, sin dudas. Una cercanía que sólo con una persona en el mundo habría disfrutado. No tenía fuerzas, sin embargo, para rechazarlo.

- Por favor, Milo.. - le insistió el gemelo.

Y por un segundo, se dejó llevar.

- Esta bien..

Efusivo y sumamente feliz, Kanon lo abrazó. En cuanto a él, por mucho que lo intentó no pudo corresponder el gesto.

No estaba feliz con la decisión que había tomado pues sabía que era una mentira. Al mismo tiempo, sin embargo, intentaba creer que quizás, tan sólo quizás, podría funcionar. Estaba claro que su relación con Camus había terminado y Kanon deseaba estar con él, así pues.. ¿Qué perdía con intentar?

Aunque a veces ese pensamiento lo invadiera, por las noches no era capaz de engañarse. Era en la oscuridad de su habitación, en la soledad de su templo, en donde la triste realidad lo golpeaba. Él continuaba amando al francés recluido en Siberia y no podía ignorarlo. ¿Cómo si lo amaba con locura?

Extrañaba tanto pero tanto verlo. Admirar su elegante silueta en movimiento, su largo y suave cabello danzando al compás del viento. Contemplar su hermosa sonrisa, esa siempre tranquila, incluso tímida, que lo volvía loco. Ni hablar de oír su voz. Una voz a base de tonos que podía recrear con tan sólo cerrar los ojos. En tantas oportunidades aquella voz había resonado en su mente, en sus sueños y en sus oídos, pues eran infinitas las veces que esta le había susurrado que lo amaba.

Y sus ojos. Era inevitable llegar a ellos pues eran la cosa más hermosa que había visto en su vida. Dueños de una infinita profundidad, de una aparente indiferencia y al mismo tiempo tan intensos como el mismísimo océano al cual le había robado su color. Se le estrujaba el corazón al pensar en él. Lo extrañaba, cómo lo extrañaba..

Kanon

Ciertamente las cosas habían cambiado. No sabía si para mejor pero por lo menos no para peor. Al fin Milo sabía lo que sentía por él y era un alivio no tener que ocultarlo. En cuanto al escorpión, parecía estar bien. En verdad amaba pasar el tiempo con él pero Milo se comportaba diferente luego de su confesión. Lo notaba incómodo pero entendía que aquello tenía cierta lógica. Después de todo, no debía ser fácil digerirlo.

Pese a todo, allí estaban. Su amigo no demostraba aún un interés por él pero tampoco había rechazado su cariño. Eso, al menos, era alentador. Podía saludarlo con un fuerte abrazo, incluso darle un beso en la mejilla o tomar su mano y aún así éste no oponía resistencia. Todo siempre que estuviesen solos, obviamente. Aquella había sido la única condición de Milo y no podía juzgarlo. Lo que tenían estaba más cerca de una amistad que de otra cosa y le había dejado claro que mientras se conocieran, nadie tendría que estar al tanto.

No quería pensar en eso pero, ¿que tal si no funcionaba? El silencio era un beneficio, pues les ahorraría a ambos tener que andar dando explicaciones. Sabía que era muy pronto para muchísimas otras cosas pero debía ser justo y, a decir verdad, el balance era bastante positivo pese a todo.

Resurgir (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora