Sinfín

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Milo

- Será mejor que me vaya.. - dijo el acuariano separándose de su lado.

No entendió sus palabras sino hasta que su mirada buscó alrededor la respuesta. A escasos metros de allí, sentado en las gradas del Coliseo, se encontraba Kanon acompañado por Saga.

Despidiéndose con un beso en la mejilla y una pequeña sonrisa, el francés se alejó. Él no le quitó la vista de encima sino hasta que ya no lo vio. Aún no creía que estuviese allí.

Habían pasado la noche juntos y pese a la cantidad de horas que lo tuvo entero para sí, no creía que fuese suficiente.

Desviando la vista hacia los gemelos, tomó coraje. Caminó hasta ellos y se plantó frente a ambos. Depositando apenas por segundos su mirada en el mayor, dedicó toda su atención a Kanon.

- Hola - fue todo lo que pudo articular.

Largos segundos esperó a que las palabras llegasen pero no fue así.

- Hola, Milo - devolvió el saludo Saga poniéndose en pie - Yo.. iré a ver a Camus ya que tú estás aquí. ¿Tienes idea hacia dónde se dirigía?

¿Por qué nombraba a Camus delante de su hermano? Qué incómodo había sido. Más no tenía sentido pensar en ello cuando estaba a punto de encarar una conversación aún más embarazosa.

- No lo sé - admitió - Pero probablemente haya ido a ver a los demás.

Y luego de despedirse, Saga se marchó.

- ¿Puedo sentarme? - le preguntó dulcemente al gemelo.

- ¿Qué pregunta es esa? - le sonrió su amigo - Claro que sí.

Y sentándose a su lado, no supo cómo encarar la conversación.

- Te ves bien, Milo.. - habló primero Kanon - Nunca te había visto tan bien, de hecho.

- Yo.. - más no supo como acabar la oración sin sentirse apenado.

- Descuida - volvió a sonreirle el geminiano - Puedes admitirlo.

- Pues.. - se animó a contar - Él..

- Es genial - lo interrumpió su amigo, sorprendiendolo por completo.

¿Que Camus era genial? ¿El hombre que había sido la razón de su rechazo?

- ¿Qué has dicho? - preguntó pasmado.

- Ojalá le hubiese dado la oportunidad de mostrarme quién era antes.

No se esperaba aquello, sin dudas. Hasta entonces había creído que había hecho lo que hizo sólo por él, pero aún molesto con su amado pues por él no había podido corresponderle.

- Puedes mostrarte ante mi todo lo feliz que quieras, Milo - continuó el gemelo ante su silencio - Y puedes estar tranquilo pues.. he abierto los ojos.

En completo silencio se dedicaba a escuchar al geminiano que, para su sorpresa, se veía mejor de lo que hubiese esperado.

- Tenías razón, Milo. No te conozco ni una pequeña porción de lo que él te conoce. Y no podría hacerte jamás ni la mitad de feliz de lo que él puede hacerlo..

- Kanon..

- No, descuida - se apresuró a aclarar el gemelo - Estoy muy bien. Debo reconocer que aún mucho de ti me gusta pero.. ¿cómo asegurar amarte si quien te ama en verdad es otro? Jamás podría comparar lo que siento por ti con lo que Camus siente. Sería una estupidez.

- Yo.. no sé qué decir.. - admitió.

- Dime que serás feliz. Pues eso me alegraría.

Sonrió algo tímido por la sorpresa de sus palabras. De verdad no esperaba este tipo de conversación. Lo alegraba, por supuesto, pero no dejaba de sorprenderle.

- No hay forma de que no sea feliz con lo que hiciste, Kanon.. Tú.. - continúo.

- Es lo mínimo que podía hacer. - lo interrumpió el geminiano.

Y en ese momento se sintió muy feliz. Camus estaba habitando el mismo lugar que él. Su regreso lo había vuelto a la vida pero debía admitir que su felicidad se había visto eclipsada por el dolor de quien fuera un ser querido. Clavando sus ojos en los de Kanon, le abrió su corazón.

- Dijiste que tenía razón con eso de no conocerme.. - tomó la palabra - Pues.. si aún te interesa hacerlo, tiene arreglo. Si es que aún quieres ser mi amigo..

Y el silencio reinó por largos segundos, en los que Kanon se dedicó a mirarlo.

- Me encantaría. - respondió al fin, dibujando una gran sonrisa.

Y no supo si fueron los nervios, la incomodidad del momento o qué, pero la sonrisa en los labios de ambos se convirtieron en risa. Una risa sincera, que provenía del fondo del corazón.

- Gracias.. - pronunció apenas volvió a serenarse- Por todo, Kanon..

Y con aquellas palabras, el gemelo consiguió sellar lo que se había roto, darle fin a lo que no fue y la bienvenida a lo que vendría.

El comienzo de una nueva amistad.

Entró al templo de Acuario y encontró a su guardián en el balcón del segundo piso, apoyado sobre el barandal. La vista allí era privilegiada y tenía un paneo perfecto de las casas bajo la suya, las montañas, bosques y lagos.

Era ya de noche y la luna y las estrellas, sus fieles amigas, lo acompañaban en su felicidad como lo habían hecho en su desgracia.

Sabiendose descubierto de inmediato, no se dedicó a perder el tiempo. Abrazándose a la espalda del francés, se aprisiono a su cuerpo con suma ternura.

- No sabes lo feliz que me hace verte aquí, velando por tu templo, tan cerca del mío.. - susurró en su oído - Cerca de mí..

Le había hecho tanta falta..

Sentir su cuerpo entre sus brazos, así como en ese preciso momento. Sentir su fría piel, la frialdad más exquisita que jamás experimentaría. Ver sus cabellos finos moverse al compás del viento, sentir su aroma.

Perderse en el azul intenso de su mirada..

- Amo el lugar de donde provengo.. - respondió el acuariano tomando las manos del griego que permanecían en su cintura - Pero debo admitir que mi sitio favorito no es uno sino muchos. Cualquiera podría serlo, de hecho..

El francés rompió su abrazo y dándose la vuelta lo miró a los ojos.

- Siempre y cuando tú estés en él, Milo. - afirmó - Pues mi lugar favorito se reduce a ti.

- Camus.. - consiguió articular, desbordado por la emoción que sentía al escuchar aquellas palabras.

Y sin permitirle continuar, el acuariano le plantó un dulce beso en los labios.

- Te amo, Milo.. - le susurró al separarse - Y nada me hace más feliz que compartir contigo la impredecible vida que elegimos.

Perdido en la intensidad de los ojos de su amado, se dedicaba tan sólo a empaparse de sus palabras. Palabras que por tanto tiempo le habían hecho falta.

- Esta vida no ha sido fácil bajo ningún punto de vista. - continuó el francés mientras le dedicaba la más dulce sonrisa - Pero por todos los dioses, Milo. Yo volvería a elegirla, tan sólo para conocerte nuevamente..

De más estaba decir que sentía lo mismo. Su vida como caballeros había significado más dolor que placeres. Pérdidas, sacrificios, esfuerzo. Indudablemente había sido incierta, muchas veces injusta.

Pero estar con él..

Estar con este hombre que con tan sólo una mirada conseguía enloquecerlo..

Sentía que todo lo valía. Valía cada maldito segundo de vida. Cada uno de los sacrificios que de niño había hecho si ellos habían sido sinónimo de conocerlo a él.

Camus era el aire que llenaba sus pulmones, el rayo de sol que lo despertaba, el verde de la hierba, la frescura de la brisa. Y al fin lo tenía para sí.

Al fin juntos..

Seguros, esta vez, de que ya nada ni nadie los separaría.

Fin

Resurgir (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora