La búsqueda

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Kanon

Había oído que Siberia era considerado el lugar más frío del mundo pero jamás imaginó que tal fuese la temperatura que reinara. El frío que hacía en aquel lugar era atroz.

Era de esperarse que el caballero de Acuario no sintiese más que una ligera brisa ante aquella tempestad pero, ¿y la gente común? No entendía cómo sobrevivía una persona incapaz de generar cosmos. Él podía hacerlo y aún así de buen grado hubiese elegido irse de aquel congelado desierto. ¡Se estaba muriendo de frío! El viento gélido no sólo le quemaba el interior de sus fosas nasales sino que también le quitaba la sensibilidad a sus extremidades. Por mucho que deseara irse, sin embargo, no podía hacerlo. Primero debía encontrarlo, debía dar con el indescifrable caballero de Acuario.

¿En dónde estaría?

Saga le había hablado de una pequeña aldea al norte de Siberia y creía haber dado con ella pero eso no había sido suficiente. Al parecer, nadie tenía idea de quién era Camus.

- Es alto, tiene el cabello largo, como por la cintura diría yo - describía al francés a cada persona que se cruzaba. - De un color entre azul y verde, ojos azules también.

Pero no había caso. Se había cansado de golpear puertas intentando dar con su paradero. Persona que le abría, persona que le negaba haber visto alguna vez a alguien con la descripción del acuariano.

- Es delgado, de piel clara. Con aspecto de pocos amigos, si debo ser sincero. Y.. - agregaba a su descripción. - Lo más probable es que ande bastante desabrigado.

Pero nada. Nadie conocía a Camus. ¿Se habría equivocado de aldea? Preguntó y más de una persona le dejó en claro que no. Era la última aldea del norte. Más allá sólo había hielo y más hielo. Casi se daba por vencido hasta que, unos horas después, un hombre le dio la respuesta que buscaba.

- Sé a quien te refieres - respondió el señor a quien por el frío sólo se le veían los ojos. - Lo he visto un par de veces. Es un hombre extraño.

- ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

- Pues.. - indicó el mayor. - Siempre que pasa por aquí se dirige hacia esa dirección.

El norte. Camus debía vivir no en una aldea, sino en el medio del desierto ártico.

- ¿Está seguro? - inquirió desconfiado.

- Por supuesto.

Agradeció al hombre su ayuda y sin más remedio que hacerle caso, enfiló hacia la dirección que le había señalado. Vagó por horas por los eternos hielos de Siberia. La nieve le complicaba el paso, el frío conseguía helarle la piel, la energía iba agotándosele y aún no conseguía dar con Camus. ¿Dónde rayos vivía?

Más cuando estaba a punto de buscar alguna cueva en donde descansar, consiguió vislumbrar una pequeña, pequeñísima luz en el medio de la tormenta de nieve. Una diminuta cabaña se erguía a lo lejos.

Con cada paso que dio hacia el lugar, lo que en un principio parecía una pequeña casa fue transformándose en una muy bien plantada estructura. No era tan pequeña como le había parecido.

Llegó y por más que golpeó la puerta de entrada varias veces, parecía que allí no había nadie. Maldita sea. Se moría por entrar y tomar algo caliente más no podía sólo entrometerse. Primero, era la casa de alguien a quien prácticamente no conocía y, segundo, ¿y si no era de Camus?

Se sentó en el pórtico de la entrada, esperando por la llegada del propietario. No debió pasar mucho tiempo. Media hora, quizás, hasta que al fin pudo distinguir una silueta acercándose a donde estaba. Como suponía, la cabaña sí pertenecía al francés.

Resurgir (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora