IV

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En el porche se encontraba Finn dibujando con un palo en el suelo, me recordó a los niños del centro de menores con los que estuve viviendo hasta hace poco.

—He vuelto —canturreé y me senté junto a él.

— ¿Siguen vivos? —asentí riendo.

Continuamos hablando de diversos temas, hasta que me comenzó a doler la cabeza como si me estuvieran dando martillazos. Ethan no tardó en darse cuenta de que algo me ocurría.

— ¿Te encuentras bien? —negué con la cabeza —. Voy a llamar a los chicos —corrió hacia el interior de la casa, segundos después, oí sus pasos acelerados acercándose.

— ¿Le va a pasar algo malo? —preguntó Sean alterado.

— ¡Cállate, idiota! —le gritó Ash furioso, éste no tardó en llevarme en brazos hasta mi habitación, los demás iban tras él —. Bajad al salón, enseguida voy —cerró la puerta de golpe, en cuanto me tumbó en mi cama, su rostro se suavizó.

— Ash... —susurré como pude —. Las pastillas... —señalé el aseo y él asintió.

Entró, buscando como un loco las pastillas, tras tenerlas en sus manos llenó un vaso de agua y me entregó tres pastillas junto al vaso.

— Aquí tienes —sonrió dulcemente, le devolví la sonrisa agradecida.

— Gracias, Ash —respondí tras tomarme la medicina, le entregué el vaso vacío y lo dejó sobre la mesita de noche.

— Descansa, lo necesitas, le diré a los demás que estás bien —besó mi frente y caminó hacia la puerta —. Si me necesitas, estaré abajo con los chicos —cerró suavemente la puerta.

Tras soltar un gran suspiro, cerré los ojos y caí en un profundo sueño. Aunque más que sueño fue pesadilla, ya que fue el recuerdo del accidente. Desperté gritando, la puerta no tardó en abrirse de golpe, un Sean asustado apareció por esta y corrió hacia mí.

— ¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras bien? ¿Por qué gritaste? ¿Alguien...—fue interrumpido por Ash, el cual había tirado de la camiseta del ojiazul hasta alejarlo completamente de mí.

— No la agobies tanto, idiota —reí ante aquella escena, ya que Sean al segundo se estaba frotando la zona del golpe a la vez que hacia un puchero mientras que Ash le regañaba.

— No seas tan duro con él, Ash —Joe entró por la puerta.

— Pero es que estaba agobiándola a preguntas —se excusó.

— Ya basta, chicos. Ayudadme a bajar a la cocina —me miraron confusos —. ¿Qué? Tengo hambre —me levanté de golpe, pero como el mundo estaba en mi contra, me dio un mareo.

— Ten cuidado —Ash pasó su brazo por mi cintura, mientras que yo pasé el mío por detrás de su cuello.

— ¡Mirad, si resulta que nuestro Ash tiene sentimientos! —se burló Josh.

— Más que tú, Joshua, seguro —atacaron los gemelos al unísono.

— ¿Mujeriego? —pregunté.

— Exacto —afirmó Joe.

Con ayuda de Ash y, a veces, de Joe, fuimos a la cocina, donde Ash me sentó sobre la isla de mármol que se encontraba frente a la nevera.

— Bien, ya hemos bajado a Lía, ahora viene la pregunta del millón —comenzó a decir Jack frotándose las manos —. ¿Quién de nosotros sabe cocinar? — Todos se quedaron pensativos y, después, dirigieron su mirada hacia mí.

— A mí no me miréis, apenas puedo mantenerme en pie.

— ¡Vamos a morir de hambre! —gritó Finn tirando de algunos mechones de su pelo.

— O podemos pedir comida a domicilio —sonreí triunfante por mi gran idea.

Sean corrió hacia mí y me abrazó, Ash y Joe intentaban separarlo de mi, los demás reían al igual que yo.

— Eres nuestra salvación, Lía. ¿Qué haríamos sin ti? —Sean comenzó a soltarme.

— Morir de hambre —bromeé, luego solté una pequeña risa que al final contagió a todos y estuvimos un rato riendo sin parar.

[...]

Nos sentamos alrededor de la isla, cogimos cada uno la pizza que compartiríamos con el de al lado y comenzamos a comer. A mí me tocó compartir una de jamón y queso con Jack, aunque al final, yo comí la mayoría de ésta.

— ¿Qué podemos hacer ahora? —Ash me tiró en el sofá y luego se sentó junto a mí de modo que mis piernas quedaran sobre su regazo.

— A mi me da igual —respondió Sean levantándome para sentarse y apoyar mi espalda sobre sus piernas, ahora estaba incómoda.

— ¡Tú! Niño, idiota, fusión Powell... Argh, mierda, Jack ven aquí y sienta tu culo en este sofá para que pueda apoyar mi cabeza en tus piernas —lo señalé con el dedo e hice una seña para que viniera, todos me miraban sorprendidos —. ¿Qué? Aún me cuesta diferenciarlos —Jack apoyó mi cabeza sobre sus piernas y yo sonreí inocente.

Mi vida entre chicos [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora