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Emerson era una encantadora ciudad pequeña con ondulantes colinas, calles de doble sentido y casas de desgastadas tablillas que no encajaban una encima de otra. Los tíos de ____ vivían en Baltimore Street. La casa de dos plantas estaba situada en una esquina con una vista espectacular de Summer Park. El enorme olmo rojo del jardín delantero tenía una desesperada necesidad de una buena poda. Una de las gruesas ramas colgaba sobre parte del tejado. Un desastre a la espera, pensó ____ mientras entraba en el camino de entrada.

La pareja se había mudado a la casa justo después de casarse hace treinta años y, excepto por algunas reparaciones aquí y allá, no habían cambiado nada en ese tiempo. Los suelos de madera eran sosos y estaban gastados, y la abigarrada moqueta dorada de la oficina estaba raída. La cocina aún tenía los mismos armarios oscuros de roble y encimeras de formica, y las baldosas de linóleo aún formaban un tablero en el suelo.

____ pudo sentir su estómago llenándose de nudos. Después de hacer dos inspiraciones profundas, reunió el coraje de abrir la puerta del coche.

Will debió divisarla desde la ventana. Salió al porche y la saludó. Vale, estaba de lo que él debía considerar su humor encantador. Mejor que enfadado, pensó. Entonces notó que había una cerveza en su mano. Ni siquiera era medio día, y ya estaba bebiendo. Sin embargo no creía que estuviera bebido, porque no estaba tambaleándose. Normalmente cuando estaba bebido era beligerante, y no parecía ceñudo... al menos aún no. Las mujeres le encontraban atractivo, pero ____ no podía entender por qué. Esas mismas mujeres ciertamente nunca habían visto meterse en una de sus peleas. No era tan guapo cuando era despectivo y estaba gritando y lanzando golpes porque no estaba consiguiendo lo que quería.

¿Por qué estaba en casa de sus padres? ¿También había sido convocado? ¿O le habían echado del apartamento que ellos alquilaban para él? Ella subió los escalones para enfrentarle. Parecía demacrado. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y había círculos oscuros bajo sus ojos. Si mantenía su retorcido estilo de vida, imaginaba que iba a morir antes de cumplir los treinta y cinco. La idea la entristeció. Aún había tiempo para dar la vuelta a su vida, si estaba dispuesto... y si podía apartarse de sus sofocantes padres.

Al acercarse pudo ver que llevaba bebiendo un rato. No estaba como una cuba, pero estaba llegando ahí. Se preguntaba cuando había empezado o si era solo una continuación de la fiesta de la noche anterior.

Él no era mucho de saludos apropiados. Tomó un trago de su cerveza, se limpió la boca con el revés de la mano, y dijo:

–Mi madre chasquea los dedos y tú vienes corriendo.

____ no se ofendió, y no iba a permitirle tentarla para una discusión.

–No, Will. Ella llama y llama hasta que me rindo y hago lo que quiere.

–Te hace sentir culpable –se rió él tras declarar lo obvio.

–Sí, lo hace –admitió. –¿Por qué estás aquí?

–Quiero un nuevo abogado.

–Entonces consíguete uno.

–Mi perezoso abogado dice que no importa cuántos abogados contrate. Ninguno de ellos conseguirá reducir los cargos. Sabes lo que pasó, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza. Sin embargo sabía lo que iba a decirle. Nada de lo que había pasado era culpa suya.

–Realmente me jodieron –dijo. –Yo soy el que fue atacado en el bar. No empecé la pelea. Solo me protegí. Quiero decir, debía, ¿no? Debía poder protegerme.

La miró expectante esperando simpatía. Ella no le daría nada.

–¿Hubo testigos?

–Sí, pero no están de mi lado. Si vamos a juicio, mentirán bajo juramento. Solo espera y verás.

Conectados (07)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora