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Ya no era solo una posibilidad. Odiaba cuando una corazonada se convertía en realidad.

Harry Styles atravesó el bar de la playa del hotel y divisó a su amigo y colega Alec Buchanan sentado en la barandilla. Las estrellas eran tan brillantes en el vasto cielo de Honolulu que las pequeñas luces encendidas entre las palmeras eran casi redundantes.

Alec había cambiado su ropa de trabajo y llevaba un par de bermudas, gastados mocasines y una vieja camiseta que estaba tan desgastada que el nombre de la carrera solidaria que promovía era casi ilegible. Estaba inclinado hacia atrás en su silla con las piernas estiradas, sujetando una cerveza y observando el hipnótico vaivén del oleaje. Parecía un turista al final de unas largas y relajantes vacaciones y no un agente que acababa de completar una de las investigaciones más intensas de su carrera en el FBI.

Harry aún no se había quitado el traje. Cuando alcanzó a Alec, sacó el teléfono del bolsillo y lo dejó sobre la mesa, entonces se quitó la chaqueta y la corbata y las dejó caer sobre el respaldo de la silla de ratán antes de desabotonarse el cuello.

–Te pedí una Guiness –le dijo Alec.

Harry se dejó caer en la silla.

–Gracias. Podría tomarme una.

–Parece que tendríamos que tener esto terminado mañana. Con tal de que a Meyer no se le enfríen los pies –alzó su botella hacia Harry como saludo y dijo: –Aprecio que entraras en este caso. No creo que pudiéramos haber localizado a Meyer sin ti y tus conexiones internacionales.

–Si el testimonio de Meyer hace caer a Dimitri Volkov y su sindicado, ese es todo el agradecimiento que necesito.

–Me sorprendió que consiguiéramos que cambiara de idea tan rápidamente. Pensé que aguantaría más tiempo.

–No es un polluelo. Supongo que la idea de pasar el resto de su vida en máxima seguridad fue suficiente incentivo.

–¿Dónde está ahora?

–El equipo está ayudándole a recoger, y se trasladarán a una casa segura. Si consiguen mantenerle en secreto tiempo suficiente, Volkov y su ejército de abogados no podrán levantar una defensa. Nunca sospecharán que Meyer va a testificar contra su antiguo compañero.

Apareció una camarera y puso un vaso de turbia cerveza negra delante de Harry. Llevaba un bikini amarillo. Un colorido fular atado alrededor de su cintura creaba un pareo tan corto que apenas cubría su pequeño y firme trasero. No llevaba zapatos, y Harry miró sus largas piernas apreciativamente.

Ella se entretuvo durante un momento y deslizó su mirada de arriba a abajo por su cuerpo. Entonces le dirigió una seductora mirada y dijo:

–Si hay algo que pueda hacer... lo que sea... solo dígamelo, ¿de acuerdo?

Harry y Alec observaron su lento paseo de vuelta a la barra. Ella se tomó su tiempo para asegurarse que los hombres echaban una mirada a sus atributos.

Alec dio un ligero golpe en la pierna de Harry con el pie.

–Creo que eso fue una invitación. Podrías encontrar que Honolulu es un lugar muy amigable después de todo.

Harry rió.

–Me voy mañana temprano. Creo que una buena noche de sueño es lo que necesito –se llevó el vaso a los labios y tomó un par de tragos. –¿Cuándo te vas a casa?

–Volaré de vuelta a Chicago el viernes. El cumpleaños de Regan es el sábado. No me espera en casa hasta la próxima semana, y quiero sorprenderla.

–No lo entiendo. Regan es hermosa y lista y divertida y dulce... por qué esa mujer perfecta se casó contigo, nunca lo sabré.

–Tienes razón. Es perfecta. Encontrar a Regan es lo mejor que me ha pasado nunca.

–Eres un hombre afortunado –dijo Harry.

Alec asintió.

–Sí, lo soy. ¿Qué hay de ti? ¿No estás listo para encontrar a la mujer correcta y asentarte?

–Asentarse. Ahora, esa es la palabra operativa. ¿Por qué iba a asentarme cuando veo matrimonios como el tuyo con Regan? No, no tengo ningún pensamiento de asentarme. El trabajo me mantiene en movimiento. Además, no soy lo bastante ingenuo para creer que hay otra mujer perfecta ahí fuera.

Exhaló un pesado suspiro, imaginando los días de viaje delante de él. Salía a Bruselas por la mañana para consultar en un caso de contrabando; después se le esperaba en Singapur a final de semana, y finalmente de vuelta a DC antes de fin de mes. Sabía lo importante que era el trabajo que hacía para el FBI, pero nunca había sido de los que querían quedarse en un lugar tiempo suficiente para echar raíces, siempre en movimiento, yendo a dondequiera que surgiera la necesidad, pero últimamente había una inquietud dentro de él, una sensación que no podía identificar exactamente.

Tomó otro trago de la Guiness, se escurrió en su silla y miró el vasto cielo. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sonó su teléfono. Mirando la pantalla dijo:

–Es la oficina de Honolulu.

Alec observó mientras Harry escuchaba a su interlocutor. Por el ceño que oscureció la cara de Harry, Alec conjeturó que lo que fuera que estaba oyendo no era bueno. Al final de la llamada, Harry se puso en pie y miró a su alrededor.

–Tenemos que encontrar una televisión.

Alec le siguió al bar del hotel. Harry fue directamente a la pequeña televisión situada en la encimera trasera, cogió el mando a distancia y cambió el canal donde se jugaba un partido de béisbol. Un par de clientes bebiendo protestaron a gritos, pero Harry subió el volumen y los ahogó. El presentador de las noticias acabó de contar una historia sobre la resignación de un político local y entonces siguió con el siguiente reportaje sobre un descubrimiento en una gran investigación de una red de drogas.

–Jennifer Dawson informa en directo –dijo mientras la pantalla se llenaba con una mujer con un micrófono. Estaba de pie delante de un edificio de apartamentos.

–Estoy aquí en el apartamento donde Herman Meyer ha estado viviendo aparentemente bajo un nombre supuesto durante los últimos dos años –dijo la desmesuradamente entusiasta mujer. –Una fuente sin identificar ha contado a las noticias del Canal 5 que Meyer ha sido interrogado por el FBI y ahora está listo para testificar contra su antiguo compañero y presunto jefe de una de las mayores redes de narcotraficantes de Norte América, Dimitri Volkov. Se denunció la desaparición de su casa del señor Meyer en...

Harry volvió a poner el partido de béisbol y se volvió hacia Alec.

–Eso en cuanto al elemento sorpresa –dijo.

Alec estaba enfadado.

–Solo había un puñado de personas en la investigación de Meyer. De ningún modo uno de ellos se lo filtró a la prensa.

–Esto ha pasado antes, y no es una coincidencia.

Alec asintió.

–Quien quiera que esté filtrando información...

Harry acabo el pensamiento.

–Tiene que venir de dentro.

Conectados (07)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora