X: Las Apariencias Engañan

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Ella se quedó boquiabierta, antes de que el chico llegase a la puerta, ella contraatacó.

— ¿¡Que dijiste!?

— ¡Lo que escuchaste! Ya te expliqué con peras y manzanas lo que pasó — el timbre de su voz iba en aumento —. ¡Allá tú si me crees!

— ¡Primero que nada me bajas el tono! — él se volteó y la miró indignado.

— ¿El tono? No provoques a mi lado menos amable, Robin

— O si no qué... — Él se acercó con una mirada desafiante pero el ímpetu le duró un segundo ante la cara de la morena —. Mira, Roronoa. No estoy para tus juegos ¿¡Quién te crees que eres!?

— ¡No me estás dejando alternativa! Lo de Tashigi fue nada — ella alzó una ceja, aún no le gustaba el tono de Zoro —. Fue una equivocación y todavía estás enojada, no tengo mucha paciencia, Robin

— Eso, es evidente

— Robin, por favor... — El celular de la chica sonó de pronto aliviando un poco la tensión.

— ¿Nami? — se alejó para tomar la llamada, Zoro la siguió, aprovechando su distracción, la abrazó desde atrás mientras ella hablaba —. Ehhh... No, no estoy... ocupada — el chico no le daba un respiro a su cuello.

— Corta la llamada... — le susurró en su oído libre mientras le agarraba el cabello haciendo un moño sutil.

Ella hablaba con franca dificultad tratando de contestar las preguntas de Nami, a la vez, le hacía gestos al peliverde que ya deslizaba sus manos bajo su ropa.

— ¿Estás segura de que estás bien? Te escucho agitada — como pudo, la morena le explicó a Nami que todo estaba bien, que luego la vería y cortó la comunicación —. ¿¡Zoro, que haces!?

— Quiero que mi chica entienda que me enloquece y que no la cambiaría por ninguna

— Qué cursi

— Pero es la verdad

— ¿Estás seguro? No estoy para juegos, Roronoa

— Nunca has sido un juego. Y tú ¿Estás segura de seguir conmigo?
Porque de príncipe azul no tengo nada

— Eso lo tengo claro, y es por eso me encantas, Roronoa

Sorprendido, el chico vio cómo la morena se lanzaba a sus brazos y lo arrastraba a besos devuelta al sofá.

Se desató de una vez la pasión contenida en ambos, despojándose de todo rencor y prenda que estorbara.

— Necesito sentirte, Ro. Te estás volviendo una necesidad — no paraba de besarla.

— Eres todo mío ¿Verdad?

— Todo tuyo, amor

— Y yo tuya, no me sueltes

— No lo haría jamás

— ¡Ahhhhh, Zoro! — él entró con vigor entre sus piernas — Zoro... Mmmm, dame más — él sonrió y le dió en el gusto a la chica que contorsionaba las caderas recibiendo las embestidas, sus gestos reflejaban el placer en su rostro.

Zoro iba en un gradual aumento en su ritmo; al susurrar las palabras precisas a su mujer sintió que ella se corría con gran escándalo.

— Ro... Nos pueden escuchar, ahhh

— Me importa un rábano, sigue, Zoro, sigue... — el chico atrapaba sus pezones con los labios y con su lengua le saboreaba la piel. Todos sus sentidos estaban puestos en ella y en los gemidos, en el calor que emanaba su cuerpo.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora