II: Dignos Rivales. Buenos Amigos

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La tranquilidad de este pueblucho perdido en tiempo y espacio estaba empezando a sofocarlo, todo era demasiado perfecto. Las calles limpias, la tranquilidad, la gente sonriente, el tránsito ordenado, las casas como recién pintadas y sus jardines floridos de césped verde lo tenían mareado al mes de vivir ahí.

Estaba en la clase de matemáticas, todos trabajaban en los ejercicios de la página setenta de sus libros excepto él. La maestra miraba con atención que no movía ni un dedo para tomar el lápiz. En ese momento alguien golpeó la puerta del salón.

— ¡Adelante! — la maestra indicó y todos miraron a la entrada.

— ¡Hola a todas y a todos!

— ¡Robin-chwaaan! — el rubio que sin duda pertenecía al grupo de amigos de la chica saltó del asiento bailando con corazones en sus ojos.

— Hola, Sanji — ella lo saludó con cariño.

Muchos otros respondieron al saludo alegre de Robin, que entró con un afiche y se dedicó los siguientes diez minutos a explicar la importancia de las próximas elecciones de la directiva del Centro de Alumnos. Zoro no entendió nada porque no le prestó la más mínima atención a lo que hablaba, más bien estaba concentrado en sus ademanes, su voz, sus ojos y en esas curvas que se insinuaban cada vez que ella caminaba de un lado a otro exponiendo.

— Invito a todos a participar. Gracias por la atención — el bullicio se apoderó de la clase mientras ella, sin dejar de sonreír, caminó entre los puestos hasta llegar a Zoro que la miró algo sobresaltado. — ¡Hola tú! ¿Cómo estás? — él alzó una ceja.

— No tan bien como tú — sintió un calor en su rostro al decir eso que no pudo explicar, ella soltó una risita pícara.

— ¿Sabes? Deberías venir esta tarde al parque, estará todo el grupo ¿Quieres?

— ¿Estarás tú?

— ¡Claro!

— Está bien, iré

— ¿En serio? Me alegro mucho. — le dio un beso en la mejilla —. Nos vemos.

Se quedó estático sin dar crédito a lo que acababa de decir. ¿Qué se supone que iba a hacer ahí? Casi no se dio cuenta de cómo accedió a esa invitación sorpresa pero ya no había remedio. Tuvo que admitir que sentía cierta curiosidad por conocer un poco más a esa morena que por sus poros emanaba encanto y sensualidad. No conoció antes a una chica que despertara en él esas sensaciones.

— ¿Todo bien, Zoro? — la maestra se acercó algo preocupada.

— Sí

— ¿Sabes? El grupo de amigos de Robin es muy bueno. Trata de incorporarte, son buenos chicos

— Ok

— He notado que no hablas mucho, Roronoa. Llevas un poco más de un mes aquí, tu desempeño no es malo pero te invito a participar más ¿Vale?

— Lo que diga, maestra — dijo con un tono que no convencía a nadie.

A la hora de almuerzo, en la fila para retirar los alimentos, esperaba su turno como todos los demás cuando entró un tipo al que no había visto hasta hoy. Era alto, pelinegro, con ojos grises casi delineados por unas marcadas ojeras. Su mirada solo transmitía seriedad y hasta cierto punto odiosidad. Venía escoltado por tres tipos, uno de ellos bastante pálido y gordo, parecía un oso, a los otros no les prestó atención.

Como si fuera una superestrella, avanzó por la fila saltando los lugares de todos y llegó junto a Zoro tomando una bandeja y cubiertos. Iba a hacer su pedido cuando al peliverde se le inflamó la vena de la frente y reaccionó.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora