VI: Dulce y Agraz

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Los días pasaron para Zoro entre el departamento de Robin, el instituto y los viajes a casa para cambiar su indumentaria.

Por otra parte, Mihawk le recordaba al peliverde su compromiso de hacer lo que él le dijera después de la recuperación de su amiga, lo hacía cada vez que lo pillaba en casa. También hizo averiguaciones, digamos que, por debajo de la mesa, en el instituto con respecto a la chica en cuestión que cautivaba la atención de su fuente de financiamiento. Pronto tomaría medidas.

En dos semanas, Robin tuvo una recuperación espléndida. Ya podía hablar sin dificultades y deambulaba dentro de su departamento sin sentir mayores molestias en sus costillas. Era tiempo de retomar sus actividades.

— Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por mí, Zoro

— No deberías, lo hice porque en parte me sentí culpable de lo que te pasó, debí estar ahí para protegerte

— No te sientas así, no tenías cómo saber lo que me sucedería — Ella se acercó con cautela —. Zoro, debo ser franca contigo

— Por favor, siempre agradezco la franqueza

— Cuando llegaste al instituto parecías tener una personalidad muy arisca. Sinceramente creí que serías un desastre

— A pesar de eso tú fuiste la primera en tenderme una mano, fuiste la primera en confiar en mí — La abrazó, sentir su piel tan cerca erizó su propia piel —. Esto, lo de cuidarte, es sólo una forma de agradecer ese gesto

— Zoro, desde el primer día ví algo especial en tus ojos — dejó su rostro a centímetros de él —. Ahora, si mal no recuerdo... Tenemos algo pendiente tu y yo...

Sin más preámbulo la chica hizo el primer movimiento. Cerró los ojos y con sus labios atrapó los de Zoro. Suavemente lo besaba enredando los dedos en su cabello, él se aferraba a su cintura siguiendo el vaivén de esa boca que tanto había anhelado. Le regaló una caricia que terminó de convencerlo de que estaba en lo correcto, que el momento era perfecto y que podía comenzar a quitarle las barreras defensivas a su corazón.

— Nos vemos mañana en el instituto

— Claro que sí, no llegues muy atrasado

— Trataré, no prometo nada — le sonrió —. Sabes que siempre me pierdo

Se despidieron con otro de muchos besos que estaban por venir. Zoro volvió a su casa, su tío no estaba, sería quizá una noche tranquila.

Al día siguiente, en el instituto, se armó más de un revuelo a la vuelta de Robin, muchos querían saber qué le había pasado y cómo estaba. Zoro corría apurado por los pasillos para llegar al salón, sólo le quedaban cinco minutos. Al subir la escala, se encontró de frente con una chica tirando sin querer sus gafas al suelo. Ella perdió el equilibrio resbalando por los peldaños, en fracción de segundos, Zoro la atrapó y amortiguó la caída con su cuerpo, la chica quedó sobre él, parecía congelada con sus manos apoyadas en el pecho del peliverde. Se puso de pie con rapidez.

— ¡Disculpa! Es que voy atrasado ¿Estás bien?

— Mis gafas...

Zoro le alcanzó las gafas, la chica se las puso y se quedó mirando hacia arriba al atolondrado chico. Quedó con la mandíbula abierta.

— Eres la que compitió con Law contra nosotros en las pruebas

— Sí, aunque perdimos — ella se puso roja.

— Descuida, nos vemos, Tashigi...

— ¡Oh! ¿Recuerdas mi nombre?

— ¡Claro que lo recuerdo! Disculpa debo irme

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora