Puse un pie en mi instituto con un sonoro suspiro. Otra vez, otro año, otro curso.
Subí el volumen de mi Ipod para no tener que escuchar a las horribles niñas de cursos inferiores que entraban dando gritos de alegría al reencontrarse con sus amigas después del verano.
<<Tranquilízate Sam, es tu ultimo año, podrás aguantar>> Me dije a mi mismo intentando infundirme ánimos, aunque lo veía bastante difícil.
Nadie me saludo y lo vi completamente lógico, era culpa mía que así fuese.
Vi al grupo de chicos con los que solía irme un poco más allá, pensé en acercarme a saludarles, pero decidí que sería mejor no hacerlo. Llevaba sin hablarlos durante tres años, sería extraño que me decidiese a dirigirles la palabra ahora.
Me senté en un bordillo apartado de la gente y observe como entraban.
Eche un vistazo crítico a mí alrededor para ver si había algún chico nuevo.
Pero lo que ocurrió fue que mi corazón empezó a latir desbocado.
Allí estaba ella, como si nada, apoyada en la balaustrada de una de las ventanas, escribiendo por el móvil a alguien mientras sonreía. Un latigazo de tristeza inundo mi corazón.
<<Ojalá fuese yo el causante de esa sonrisa>> Me dije.
Pero me lo tenía bien merecido. Me tenía bien merecido que esa chica de pelo del color de la miel oscura y ojos negros me ignorase.
Me lo tenía bien merecido por ser un ciego y un estúpido.
Ella volvió a sonreír mientras yo rememoraba los momentos que había pasado con ella.
Habían sido muchísimos, hasta que se dio cuenta de que yo no merecía la pena y dejo de hablarme.
Y fue entonces cuando yo me di cuenta de lo mucho que la necesitaba.
Desde entonces mi carácter había cambiado, me había vuelto un solitario que se dedicaba a estudiar y asistir a clase y se pasaba todo el día escuchando música.
Ella me había cambiado, y mientras ella crecía, preciosa, con gente a su alrededor, yo me había vuelto una persona brusca con la que nadie quería estar.
Me aparte un mechón de pelo rubio para poder observarla mejor.
Sin duda, era la chica más bonita que jamás había visto.
Y sin duda alguna, yo la amaba.
Cerré los puños con fuerza y me obligue a levantarme.
Era mi último año, mi última oportunidad, si no la conquistaba ahora, no lo podría hacer nunca.
Me acerque a ella con paso indeciso, mientras ella volvía a sonreír.
Apreté el paso, esta vez más decidido, esquivando a la gente, intentando llegar hasta ella.
Pude ver como alzaba la mirada un momento para ver quien se acercaba, al verme, la bajo de inmediato con un gesto de indiferencia que me helo el alma.
-Hola Norya-Dije cuando llegue a su lado.
-Hola-Dijo ella sin levantar la vista del móvil.
Me quede en blanco durante unos horribles segundos hasta que recupere el habla.
-¿Qué tal este verano?- Pregunte intentando parecer simpático. Ella me miro por primera vez desde que había empezado a hablar. Pude ver en sus ojos un destello de curiosidad.
-¿A qué viene esto Sam? Llevamos sin hablarnos desde segundo.
-Ya, por eso he venido a saludarte, nos vamos este año del instituto y…-Me calle porque pude ver que ya no me estaba mirando, ella observaba a alguien que acababa de entrar con expresión incrédula.
-¡Jay!-Gritó mientras su rostro se iluminaba de felicidad.
Me aparto de un empujón y fue corriendo hacia él, que abrió los brazos y la abrazo con fuerza.
-¡Enana!-Dijo este con tono cariñoso- ¡Pero si has crecido y todo!- Añadió al soltarla, mientras esta le daba un golpe cariñoso en el brazo.
-Dios Jay, hacia que no te veía…
-Desde que vivíamos en Paris- Dijo este sonriendo mientras yo hervía de ira.
Se acercaron a donde yo estaba para recoger la mochila de Norya.
Mientras ella se alejaba de él pude ver como este chico la observaba de arriba abajo y enarcaba las cejas.
-Ya no pareces la chiquilla a la que asustaban los cuentos de miedo-Dijo volviendo a usar ese tono cariñoso tan sumamente pastoso.
-Porque ya no lo soy- Dijo Norya sonriendo.
Pensé que volvería a acercarse a él pero, para disgusto de Jay, ella se quedo apoyada en la balaustrada, de nuevo.
Sonreí para mis adentros. Norya nunca había estado con nadie, era muy conocida entre todos los chicos, que la llamaban la chica de piedra. Ninguno había conseguido ganársela aun.
-¿No nos presentas?-Dije viendo que Norya y él nuevo chico se miraban y sonreían, parecían felices de haberse reencontrado pero no sabía qué era lo que tenían.
Norya fue la primera en reaccionar y mirarme disgustada por mi tono de voz.
Sabía que estaba celoso. Era indudablemente inteligente.
-Jay este es Sam, un compañero de instituto- Dijo- Sam, este es Jay, un amigo de la infancia.
-¿También tus padres son franceses?
-Mi madre solo, estudio con la madre de Norya y son muy amigas.
Asentí en silencio.
-¿Y tú? Tampoco tienes un nombre español.
-Porque no lo soy, nací en Suecia, pero mi madre sí que es española y nos vinimos a vivir aquí a la muerte de mi padre- Dije apretando los dientes, no me gustaba recordar que mi padre había muerto, aun le echaba de menos a pesar de que eso había ocurrido hacia ya más de quince años.
Él sonrió, intentando parecer amable pero a mí no me engañaba, estaba claro que no le gustaba.
ESTÁS LEYENDO
Cuando caiga la noche
FantasySam, un chico apunto de comenzar su ultimo curso, se vera envuelto en una aventura junto con un grupo de chicos en el que se encuentra la intrigante Norya y el impulsivo Jay, que podrá cambiar sus vidas e incluso destruirla. ¿Serán capaces de sobrev...