Capítulo 9

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El suelo temblaba y se escuchaban grandes explosiones. Agarré a Prim de la camiseta y empecé a arrastrarla hacia fuera. La niña quería volver dentro con su madre, pero el techo se derrumbaba, y ya no había nada que hacer. Su madre y Vibia. No se podía salvarlas. Estaban muertas.

Lucia corría delante nosotras mientras llevaba a una niña en brazos. Todo el hospital estaba sumido en el caos. Los niños lloraban porque habían perdido a sus madres, las madres chillaban porque habían quedado atrapadas, los enfermeros intentaban ayudar o simplemente intentaban escapar.

Lucia se giró de golpe hacía nosotras mientras me entregaba a la niña.

- Baja hasta abajo, Coin no tardará en dar órdenes por el altavoz. Hazle caso en todo momento. - Me miró seria. - Ponlas a salvo. Ponte a salvo.

- ¿Y tú? - Le pregunté.

- Yo voy a intentar ayudar aquí, sacando a los niños y a las embarazadas. - Dijo mientras hacía el ademán de irse.

- Date prisa. – Le ordené mientras corría hacia las escaleras más cercanas.

Como Lucia había previsto, Coin empezó a mandar órdenes por el altavoz.

- Estamos siendo atacados por el capitolio, esto no es un simulacro. Acercaros a las escaleras más cercanas y bajar en orden hasta el último piso. Una vez allí, hacer lo que os ordenen los guar... – La retrasmisión finalizo con un golpe.

Por un segundo temí que la presidenta estuviera en peligro, pero ese pensamiento era un disparate. Ella me daba igual, incluso sería feliz si le cayera todo el distrito 13 encima.

Todos los habitantes del distrito bajaban corriendo por las escaleras, tener orden es lo único que se les pasaba por la cabeza. Prim miraba a todos lados frenética, como si siguiera pensando que su madre iba a parecer.

El suelo dio otra gran sacudida, provocando que las escaleras del primer piso se rompieran. No quería ni pensar cuantas personas más habían podido morir, o cuantas estarían heridas, pero que al final, también morirían si no eran atendidas.

No entendía porque había tanto entusiasmo por este distrito, era la rebelión, pero estaban actuando de la misma manera que lo haría el 12. Solo era capaz de ver sangre y cenizas. ¿Dónde estaban sus soldados en este momento? ¿Dónde estaban las armas o el contrataque? Quizás al final, todo fuera un cuento.

Llegamos al último piso y miré hacia arriba. Las luces parpadeaban y había escapes de agua. Las personas bajaban corriendo, algunas se tropezaban, caían y se levantaban, otras solo llegaban a caerse y no levantarse.

El techo empezó a irradiar luz solar, dando la oportunidad de ver con más detalle lo que pasaba alrededor. El techo empezó a caerse. Agarre a Prim con más fuerza y la empujé hacía una gran puerta de hierro, donde habían tres guardias custodiándola.

Cuando entramos dentro, las puertas comenzaron a cerrarse.

- ¿Qué hacéis? Todavía hay muchísimas personas allí fuera. – Les grite a los guardias.

- No podremos salvar a todos, si esperamos más acabaremos muriendo todos. – Me contesto uno de ellos.

Pensé en una excusa rápida para mantenerlas abiertas.

- ¿Y la presidenta Coin o los demás vencedores? – Suponía que ya estarían dentro, pero valía la pena intentarlo.

Otro de los guardias le dio a un botón y las puertas se pararon, quedando medio abiertas. El último de ellos, saco un walkie-talkie de su bolsillo y comenzó a hablar por él.

Al de un minuto, el guardia se giró hacia nosotras.

- Están dentro, me han dado órdenes de llevar a Finch con su antigua mentora y de que cerremos las puertas inmediatamente. – El guardia se acercó a mí y me agarró del hombro. – Venga, vamos.

Miré hacia atrás de golpe, deseando que les diera tiempo pasar al mayor número de gente.

Desde el fondo de las escaleras, vi a Lucia correr hacia nosotros con un niño en brazos y varios enfermeros detrás. Solté a Prim y le entregué a la niña, logré soltarme del guardia para poder correr hacia ella. Los guardias tuvieron que detener la puerta cuando estaba a punto de cerrarse.

- ¡Finch! ¿Estás loca? Vuelve adentro ahora mismo. – Me chillo Lucia casi en la puerta.

- ¡No! Corre, entra. – Le respondí.

Nuevamente, el suelo dio una sacudida, haciendo caer todas las escaleras. Para entonces Lucia ya estaba dentro junto todos los enfermeros.

Unos soldados bajaron de golpe hasta allí, pero no eran rebeldes. Eran agentes de la paz.

Los guardias sacaron sus armas y comenzaron a disparar. Algunos agentes de la paz caían al suelo heridos o muertos. Uno de los guardias pidió ayuda por su walkie-talkie, y al instante, una granada callo encima de los agentes.

Todos caímos al suelo por el impacto, levante un poco la cabeza para buscar a los soldados del capitolio, pero no quedaba ni rastro de ellos.

Uno de los guardias logro cerrar la puerta y me levanté de golpe para ir hacia Prim. Lucia la sujetaba en brazos, sus manos estaban llenas de sangre y me miraba con tristeza.

- No está muerta, pero lo estará si no la curan. – Dijo está intentando calmarme.

Me acerque corriendo a ellas y mire a los ojos a Prim, estaba pálida y perdía mucha sangre. Busqué la herida por su cuerpo, y encontré en el hombro izquierdo una herida de bala.

- Deberíamos ayudarla, has rescatado a un grupo de enfermeros. ¡Que hagan algo! – Grite mientras intentaba que no saliera más sangre de la herida.

- Todos los medicamentos estaban allí arriba, podríamos intentarlo, pero supongo que acabará muriendo en unos días si no subimos a por ellos. – Dijo uno de los enfermeros mientras se acercaba.

- Hacer lo que tengáis que hacer, pero hacerlo ya. – Les ordene mientras pasaba la mirada ante todos ellos.

El grupo de enfermeros se acercó a Prim y la cogieron con cuidado. Los seguí hasta dentro de la sala, donde la colocaron encima de una cama. Otros habitantes del distrito se acercaban a mirar, y Lucia los iba alejando de alrededor para que no molestaran. Uno de los enfermeros pedía que encontraran diferentes objetos necesarios, estaba dispuesta a ayudar cuando uno de los guardias volvió hacia a mí.

- Tienes que seguir viniendo con migo.

Lo mire de golpe con rabia, no pensaba moverme de ahí hasta que Prim estuviera fuera del riesgo de morir.

- No. Quiero. Irme.

- Lo que tú digas señorita. – Respondió este.

Sentí un pinchazo en un costado y empecé a marearme, Lucia me miraba extrañada. Vi como ella se encaraba al guardia, pero el guardia la derribo de un solo golpe en vez de explicarle lo que pasaba. Tampoco me sorprendió.

Al fin y al cabo, el distrito 13 y el capitolio eran iguales.

Comadreja: La vencedora [Pausado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora