CHAPITRE TROIS

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La radiante luz del sol que entra por el gran ventanal de mi habitación consigue acabar con mi sueño. La envidia que siento por la gente con sueño profundo es, sin duda, impresionante; no les molesta la luz del sol, ni siquiera el sonido que proviene de la calle, yo desafortunadamente, no vivo con esa suerte.

Froto mis manos contra mis ojos como si de esa forma consiguiese deshacer el sueño y la sensación de ojos pesados. Cuando consigo abrirlos, me levanto y camino hasta el gran ventanal, se encuentra completamente tapado por unas cortinas blancas que no consiguen detener los rayos de sol.

Muevo las cortinas para conseguir una mejor visión de la ciudad, pero una vez abiertas, el recuerdo de la noche pasada vuelve a mi mente consiguiendo que mis manos, inconscientemente, vuelvan a cerrarlas.

No lo voy a negar, la razón por la que tuve tanta dificultad para conseguir caer en un profundo sueño fue aquel mensaje de texto, aquellas cartas, aquella persona que desconozco por completo su identidad, pero no obstante, se está aprovechando de mi miedo, se está aprovechando de mi para pasar un buen momento.

Ato mi pelo en una cola mientras me acerco al móvil que se encuentra sobre el pequeño mueble blanco que se encuentra pegado a la cama, lo enciendo con la esperanza de ver algún mensaje de aquel número desconocido, pero no la hay.

—Maldito cabrón —maldigo en voz alta, necesito conocer la identidad de esta persona.

Tiro el móvil sobre la cama y me dirijo hasta la cocina, me encuentro bastante hambrienta. Cuando abro la nevera me encuentro con que está casi vacía, así que, sin tener otra opción, intento sacar de mi mente el antojo dulce que siempre aparece en mis mañanas y me conformo con una manzana para empezar el día. Mientras voy dejando pequeños mordiscos en la fruta, apunto en una pequeña nota la lista de la compra.

Debo de aprovechar el día de alguna manera, odio quedarme encerrada en casa y voy aprovechar que me encuentro con el día libre para hacer algo productivo como, por ejemplo, comprar.

Oigo unos golpes, estos provienen de la puerta de la entrada. Corro hacia la habitación para colocarme algún pantalón antes de acercarme a la entrada para abrir la puerta y descubrir a la persona que se encuentra detrás de ella, pero, para mi sorpresa, no me encuentro con nadie. Frunzo el ceño mientras doy un paso hacia delante, intentando localizar alguna silueta cerca de ella, pero no es así. Bajo mi mirada en cuanto noto como mi pie se encuentra pisando una superficie distinta a la del suelo porcelánico que posee el edificio.

Un sobre rojo.

Me agacho para atrapar el sobre entre mis manos antes de volver a entrar en mi propiedad cerrando la puerta detrás de mi.

Si tan solo hubiese sido rápida, hubiese pillado a la persona que se está intentando reír de mi.

Una vez abierto el sobre, empiezo a leer la carta que se encuentra en el interior de él.

Dear; Femme Fatale.

No lo pude evitar,

verte en lenceria fue realmente bello,

tanto como tú.

Espero que tengas un maravilloso día,

espero poder verte.

¿En serio no quieres saber quién soy?

No será muy difícil,

DEAR; FEMME FATALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora