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Ya era tarde como otros días y el sol tenia sus rayos que sobresalían aún en el ocaso y la noche amenazaba con su llegada cubriendo el cielo de sus colores y secretos.

Era mi cumpleaños décimo noveno y me encontraba en la parte mas elevada de la propiedad entre arbustos, la inmensidad de mis pensamientos me cuestionaba y divagaba entre ellos porque la extrañeza de mi alma se tornaba en la viva imagen de un completo extraño que dejaba filtrar en sí sus manías y flaquezas que me hacían quedarme tan quieto como la casa y sus pasillos, las habitaciones con detalles tan sofisticados y delicados, sus pasillos tan solos y con un silencio tan presente que cubría cada rincón en el cual un alma tan valiente podría sucumbir para conseguir lo inimaginable, seria demasiado ingenuo y bastante astuto para ser cauteloso al mirar hacia el lúgubre espacio ya vacío de aquella noche.

Mi momento había llegado, todos estaban presentes, sin embargo no me importunó en absoluto las nuevas caras que mi memoria desconocía, decidí que brindaríamos todos hasta que la noche hubiera llegado a su máximo esplendor y así fue, el momento había llegado en la velada de Junio en que me embriagué tanto que las imágenes eran bastante lentas.

Con una suave melodía en mi mente recuerdo ver gente correr aunque mi corazón estaba quieto los disparos sonaban en mi mente o tal vez era la bebida... no, no creo era mas que mis sentidos adormecidos.
Aquel hombre con el arma en la mano... Lo sabía, estaba ahí entre la multitud y yo... No pude detenerlo y el siguiente disparo me hizo caer de rodillas y suplicar hasta perder la conciencia, entre sábanas blancas y gritos yo me elevaba y mi último aliento había sido eterno o tal vez soñaba...

Estoy frente a la residencia; hay risas y música, las luces están encendidas, ya no siento nada... Tal vez fue solo un sueño... Es mi décimo noveno cumpleaños aunque no sé por qué tengo el arma en la mano.

Tardes de café y memorias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora