05: Desencanto.

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La oficina en donde me encuentro brilla por su luminosidad y color

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La oficina en donde me encuentro brilla por su luminosidad y color. Un cuadro en el centro con una calavera colorida hace su presentación dando un aspecto festivo. Miro todo lo que mis ojos pueden captar y siento como el hombre atractivo e imbécil se sienta en la silla que está junto a la mía. El señor Max García sale de una habitación de la oficina con dos copas de licor. Su caminar parece de una de las modelos de Victoria Secret, y no, no miento. Sus pasos firmes, pero suaves hacen una perfecta sincronía con las caderas que no tiene. Sonrío ante la fabulosa y divertida vista mientras se acerca a nosotros y nos tiende las copas.

― ¡No tengan vergüenza, es parte de su bienvenida! ―dice alegre. Extiendo la mano y recibo la copa con un contenido transparente. Inmediatamente sé que se trata de champagne.

―No bebo, gracias. ―Otra vez esa voz dura y arrogante llena los rincones de la habitación. El señor Max levanta una ceja vacilante, lo mira divertido y se toma la copa en su delante.

Quiero reírme por la situación, pero me evito algún malentendido.

― ¡Ay, tenemos un amargado aquí! ―dice con su voz chillona. Se gira y se va hasta su asiento. Una vez que se acomoda, posa la mirada en mí ―Esos lentes están súper mega divinos, créeme que resaltan tu perfecto rostro extranjero.

Sonrío ante su cumplido.

―Gracias, señor García. ―Digo con una de mis mejores sonrisas.

¡Ayyyyy! ¡Solo dime Max, grachi!

― De acuerdo, Max Grachi ―hablo.

Una risa burlona me llega directo a los oídos. Me giro confundida y observo como aquel hombre que está sentado junto a mí, sonríe y en su cara se dibuja una mueca de burla.

―No querida, con grachi me refería a gracias.

―Ah, lo siento, no sabía. ―Me disculpo.

― ¡Oh, no hay problema! ¡Me encanta el acento que tienes y me sorprende tu manejo del español! ¿Viviste aquí alguna vez? ¿Dónde y quién es tu familia? ¿Cómo te llamas? ―Me pregunta entusiasmado el señor Max.

Vaya, que energía.

―Soy Aleksandra Montalván Chester, pero prefiero Chester al principio. Y no, es mi primera vez en este país y aprendí español como un curso más de mi carrera.

― ¿Cómo puede gustarte el español de esta gringa? Todo el rato está arrastrando la erre. ― Otra vez la voz de aquel arrogante se hace presente y me interrumpe.

¿De esta gringa? ¡¿De esta?! ¿Pero qué se cree este idiota?

―Oh, vaya. ¿Cuál es tu nombre caballero? ―Me dirijo a él y lo miro fijamente a los ojos para que pueda hablar.

Me derrito, joder.

―No soy ningún caballero y no necesitas saber mi nombre... ―Lo interrumpo.

―Con todo respeto, claro que merezco. Al parecer empecé a merecer eso desde que usted me dijo británica descarada y 'esta gringa'. ―Digo señalándome.

La sala queda en silencio ante lo que acabo decir. Tengo un rostro angelical, soy consciente de ello, también sé que soy callada, pero una falta de respeto como ésta no puedo permitir por más dios griego que sea.

―Oh querida, no te molestes. Este arrogante es Gabriel Leone. Lo conocí ayer cuando vino a su cita, y esta vez le dije que viniera para presentarlo como es debido y se conozcan.

― ¿Por qué tengo que trabajar con esta mujer? ―pregunta el tal Gabriel y todo en mí se desencaja ante la forma que acaba de hacer esa pregunta.

¿Qué le hice a este imbécil?

Quiero gritarle por la actitud que muestra hacia mí, pero me contengo porque no soy agresiva, aunque en estos momentos estoy empezando a dudar de ello. Me siento más recta y trato de ignorarlo porque su presencia me pone los pelos de punta.

―Disculpe, Max, ¿Qué es todo esto de presentarnos y trabajar con él?  ―pregunto con la voz aterciopelada.

―Querida Aleksandra, el señor Gabriel Leone es la persona que ocupó el primer lugar del concurso laboral en el que participaron doscientas personas. Ambos son los fabulosos ganadores, y eso se debe solo a su esfuerzo. Espero puedan llevarse mejor, porque solo así podrán triunfar en el mundo de los eventos, el cual, lamento decirles, es muy competitivo y estresante. Trabajarán juntos, son un equipo. ―Espeta Max.

Me quedo de piedra ante ello. ¿Cómo voy a poder trabajar con semejante hombre? Es decir, es tremendamente atractivo, pero su actitud es intolerable.

―Bien, no tengo problema. Me dedicaré al trabajo, Max. ―Digo de manera tranquila aunque por dentro esté luchando entre la idea de trabajar con un hombre como Gabriel Leone.

Sé que no debo juzgar, pero nadie me había dicho británica descarada y gringa que arrastra la erre en español... Bien, no tengo por qué dudar de mis capacidades por alguien que no me conoce.

―No tengo alternativa. ―Dice de pronto y la sangre me hierve. Rogaba para no entrar en un ambiente laboral tóxico, pero al parecer el mundo no está a mi favor. Esto puede convertirse en una lucha donde todo sea arrancado sin piedad, una relación laboral muy mala que no me va ayudar con mis objetivos.

―Querido, hablas como si no tuvieras opción. Aquí la tienes, puedes quedarte o retirarte si afecta tu comodidad. ―Dice Max y esta vez su voz suena seria.

―Tengo que hacerlo, es mi trabajo. ―Responde con la expresión más dura que he conocido. La cara de mi padre no es nada en comparación con esto.

Max asiente descolocado por su actitud. Nos observa unos segundos y sonríe.

― ¡Estoy seguro que se van a llevar de maravilla! ―Exclama de la nada. Mi evidente sorpresa es notable ante su drástico cambio de actitud. Pasó de estar serio a estar emocionado en un instante―. Eso sería todo, mis amores. Solo necesito que firmen esto en la comodidad de sus hogares y mañana en el horario de las ocho en punto, deben estar presentándose de manera formal a sus puestos de trabajo. Su oficina está siendo ambientada en estos momentos, pero mañana tengan la certeza que estará en perfectas condiciones. ―Dice por último mientras nos entrega unos papeles iguales a cada uno. Abro mi bolso y saco mi archivador, coloco el documento de forma precisa y guardo todo. Levanto la vista y la sonrisa de mi jefe se extiende más―. Pueden retirarse, fue un gusto Aleksandra Montalván y Gabriel Leone. ―Me levanto y extiendo mi mano para apretar la suya.

―Un placer. ―Digo mientras termino el saludo y procedo a retirarme sin mirar a aquel hombre arrogante que sale detrás de mí. Camino hasta la recepción y me fijo en la secretaria de nombre Raquel que me atendió al principio. Esta me mira con una sonrisa y me despido de ella.

―Hasta mañana, un placer señorita Raquel. ―Digo levantando la mano en forma de despedida.

―Adiós linda. ―Dice lanzándome un beso volado. Sonrío ocultando mi sorpresa y entro al ascensor. Observo como Gabriel Leone me mira desde el mostrador donde se ha detenido. Se da cuenta que no aparto la vista y empieza caminar hasta el ascensor. Con rapidez aprieto el botón del piso uno y las puertas se cierran. Lo último que veo es su cara de molestia al no llegar rápido y la rabia que emana por la sonrisa de suficiencia que le brindo.

Eso es por idiota.

ﭪ ﮡ ﺖ   

MI AMADA CONDENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora