Llevo esperando como diez minutos en el estacionamiento y ni rastro de Jorge. En serio que me iría sola, pero no conozco nada y no podría ubicarme de la mejor manera. Observo los autos de diferentes colores que cubren el estacionamiento y aprecio hasta la mínima cosa que hay en el lugar. Muchas veces la inspiración surge de las cosas más simples y cotidianas de la vida, créanme. Comienzo a pensar en lo que pasó adentro y mi cuerpo se estremece de inmediato al recordar al bombón que conocí hoy. Sin embargo, la magia se va ante su actitud. Aún así, nadie me había llamado la atención tan fuerte como el físico de aquel sujeto. Es decir, me faltó el respeto con esa sexy boca que cualquier mujer moriría por besar.
¿Y si no le gustan las mujeres?
¡No!
Que estoy pensando por Dios, no es nada malo, pero ¿Cómo no podría complacer algo más que la vista de una tímida damisela como yo?
Suelto una carcajada por pensar en cosas que ni en mis años de adolescente he pensado. Recuerdo a Izana porque ella es la típica chica sin pelos en la lengua a la hora de ligar y una sonrisa melancólica me aborda al recordar que se ha mudado a Estados Unidos por el negocio de sus padres y sé que debería estar feliz por ella, pero la extraño como nunca he extrañado a alguien. En realidad, es la única persona que puedo considerar amiga, pero lamentablemente el negocio de sus padres necesita un heredero y esa persona es ella. No quise contarle de esta nueva oportunidad porque moriría de vergüenza si fracaso y detesto que sientan lástima por mí.
El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos, observo la pantalla y un número sin registrar aparece. Descuelgo y llevo el celular a la oreja.
― ¿Hola?
―Alekasandra hola, paso por ti en una hora y disculpa el mal rato, adiós. ―La voz de Jorge hace eco en mis oídos y da paso a la confusión cuando el mensaje se cala en mí.
¿Una hora esperando en el estacionamiento? ¡¿Una hora con estos tacones?!
En estos momentos, me siento como esas niñas mimadas que hacen un berrinche cuando no obtienen lo que quieren. Maldigo internamente mi actitud y me giro para entrar a la empresa por la puerta trasera cuando me choco con algo duro, doy pasos hacia atrás tratando de equilibrarme antes de caer abruptamente. Ruego para que algo me detenga del doloroso golpe, pero eso sucede. Caigo de golpe contra el duro suelo del estacionamiento y suelto maldiciones en inglés para que sea quien sea la persona que me está escuchando, no lo entienda.
Mujer correcta ante todo.
― ¿Te caíste, gringa? ―La voz de Gabriel me hace levantar la cabeza de golpe y observo desde sus piernas hasta su rostro. Esa estúpida ceja inquisidora me atraviesa y un gesto de suficiencia aparece en su cara―. Sigo pensando que eres una descarada al mirarme de esa manera.
Apoyo mi mano en el suelo y me impulso para levantarme yo misma, ya que el causante de mi caída parece llegarle altamente el accidente que acaba de ocasionar. Me planto frente a él y soy consciente que me dobla por un cabeza aproximadamente.
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MI AMADA CONDENA
RomantikAleksandra va en busca de su más grande sueño: ser la mejor organizadora de eventos del mundo. Y para ello, necesita deshacerse de todas las ataduras de su presente y volar kilómetros desde Londres hasta México. Un lugar que será su crecimiento hast...