Aleksandra va en busca de su más grande sueño: ser la mejor organizadora de eventos del mundo. Y para ello, necesita deshacerse de todas las ataduras de su presente y volar kilómetros desde Londres hasta México. Un lugar que será su crecimiento hast...
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―Señorita Aleksandra, es hora de desayunar. Su padre la espera.
La voz fémina me hace despertar por completo al escuchar su mensaje.
¿Desayunar con mi padre? ¿Acaso se volvió loco?
Fue suficiente con la cena, no puedo aguantar algo como eso de nuevo. Recuerdo la noche anterior como si la estuviera viviendo otra vez. El silencio sepulcral con el que comimos fue extremadamente incómodo. Comimos en un silencio del cual no estaba acostumbrada, a pesar de haber comido sola, nunca fue de esa manera y eso que esta vez estaba acompañada de Emiliano. Ninguno dijo nada, la única palabra que le dirigí, fue cuando agradecí por la comida y me retiré con su permiso.
¿Otra vez tengo que comer con él?
No soy una de las chicas que están acostumbradas a los reclamos. Soy consciente que muchas en mi situación habrían puesto el grito en el cielo, hubieran dicho todo lo que un padre como Emiliano, merece. Pero yo no soy así, soy una persona callada, observadora y cuando hablo, digo solo lo necesario de manera directa. No sería capaz de enfrentar a mi padre y encararlo por todos sus años de ausencia y ver que ahora trata de recuperarlos. Simplemente, me guardo estos sentimientos aberrantes y sigo con mi vida. No muestro lo que en verdad siento y solo agradezco por la ayuda hasta que pueda buscarme un departamento en donde pueda vivir sola y no saber nada más de esta situación. Salgo de las sábanas sedosas y siento mi cuerpo meloso por el calor de la noche. Me adentro en el baño, de forma rápida quito los restos de sudor de mi cuerpo y salgo de la ducha. Enredo la toalla en mi cuerpo y busco en mi maleta un conjunto de ropa decente para mi primer día. Las indicaciones dicen que debo estar elegante, con vestimenta formal. Me pregunto cual es la razón, pero no le doy más importancia a ello, ya que es parte del trabajo que me gusta. Me visto con una falda de tubo que resalta mis caderas de una manera preciosa, me coloco una blusa de vestir de color vino, unos tacones negros y seco mi cabello lacio con paciencia hasta peinarlo con delicadeza y sujeto con un gancho para mantener los mechones fuera de mi rostro. Me observo en el espejo del tocador que hay en mi habitación y me veo en perfectas condiciones. Tomo mi bolso y salgo de la habitación. Camino despacio por el pasillo hasta las escaleras, y cuando llego, empiezo a bajar con cuidado de no caerme. No soy de las personas que aman los tacones, pero puedo manejarlos. Termino de bajar y me voy directo al comedor que hay en un espacio de la planta baja. Al llegar, no observo nada de nada.
―Señorita, su padre la espera en la piscina. ―Dice una mujer alta con un uniforme azul que le llega hasta las rodillas.
―Gracias señorita. ―Digo y sonrío. La mujer se muestra sorprendida y se aleja de manera rápida.
¿Y qué hice ahora?
Vaya.
No le doy más vueltas al asunto y voy a la piscina. Encuentro a Emiliano vestido de manera elegante hablando con dos de sus hombres de blanco. La conversación parece acalorada y en cuanto me ven, dejan de hablar. Me acerco hasta mi silla y saludo: