#8

206 39 16
                                    

De nuevo, varios meses habían pasado ya, su mejoría era indiscutible, de vez en cuando tenía algunos ataques, pero estos solo ocurrían cuando los enfermeros o alguno de los otros encerrados se atrevía a molestarlo e irritarlo.

Gradualmente, lo cambiaron de habitación con el consentimiento de su médico, de nuevo le permitieron las visitas, aunque claro, el único que lo visitaba era el reportero, que constantemente le decía lo orgulloso que estaba y, al partir, le decía dos palabras, dos palabras que hacían pensar a JiMin que todo valdría la pena.

Te quiero.

Para muchos sonará absurdo, tonto o insignificante, pero para JiMin no, él sentía recuperar fuerzas cuando lo escuchaba, nadie podía quitar la sonrisa de su rostro en aquellos días de visita.

No fue sino hasta una tarde, que JiMin estaba en sesión con el psiquiatra que lo atendía, relatando algunas cosas que el otro solía susurrar dentro de su cabeza de vez en cuando, en especial los días en los que estaba más estresado o resentido.

Terminando su sesión, el doctor le indicó que podía retirarse y que pronto podría considerar reducir aún más la seguridad de su habitación. Al hacerlo, se dirigió a esta misma, aunque al apenas pisar dentro uno de los guardias lo llamó.

–¡Park! Tienes una visita.

De nuevo, su sonrisa salió a flote y, sin correr -pues podrían malinterpretarlo y atacarlo- se acercó rápido al guardia, quién lo llevó a la sala de visitas. Grande fue su sorpresa al no ver al pelinegro de ojos rasgados, sino a su mismísima progenitora, con su cabello igual de arreglado que siempre, su bolso colgando en su brazo y la vestimenta muy pulcra.

–Mamá...

Aún recuerda ese día en el que lo arrestaron, ella lloraba desconsoladamente, pero no hacía nada para ayudarlo.

Flashback

–¡Dios mío! ¿¡Cómo pudiste!? ¡Mi JiMinie no haría algo como eso! Es mi niño, mi bebé.

Uno de los oficiales que lo escoltarian la sujeta de los brazos, evitando que se acerque al culpable de los asesinatos en aquel pequeño pueblo.

–Señora, debe calmarse, o usted será detenida.

–¿¡Detenida!? ¡Al que se están llevando es a mi hijo! ¡Ustedes no pueden-

–Si pueden, señora Park.

–Pero HoSeok, mi niño no está recuperado, el doctor no lo dió de alta, y no tienes la evidencia de que-

–La tenemos, y será atendido en donde sea que sea encerrado, que lo más probable es que sea en un manicomio. Por favor, deje de hacerlo difícil, para mí también es duro saber que alguien tan dulce como JiMin fue el responsable, jamás lo imaginé, pero supongo que uno nunca conoce completamente a las personas.

Fin del flashback

–JiMin...

Fue la respuesta que recibió. En todo su tiempo encerrado, ella no lo había visitado, ni una vez, ni siquiera había escrito, y eso, de algún modo, generaba un resentimiento, crudo y doloroso en el más bajo.

–¿Que haces aquí?

–Pues...vine a visitarte, a ver cómo estabas.

–No lo habías intentado antes, ¿Por qué ahora sí?

Dice, con fingida calma. La verdad es que quería correr con el guardia y que lo llevara a su cuarto, pero también sentía curiosidad. La mujer de cabello canoso mira hacia otro lado, cruzando sus tobillos con elegancia, su madre siempre había sido así.

–YoonGi uh...dijo que habías mejorado y que sería bueno que viniera. Puedo ver qué te tienen bien aquí, tu cabello sigue brillante, tu piel se ve igual de sana y puedo ver que tus mejillas permanecen en su lugar.

Suelta una risa ligera, intentando cambiar el ambiente tenso, logrando todo lo contrario.

–¿M-mis mejillas?

Pregunta, atónito. Siempre había tenido esas mejillas, claramente, pero a excepción de YoonGi, odiaba que alguien más las mencionara, pues todos decían que eran causa de su sobrepeso; la risa que soltó su madre nuevamente logró hacerlo retroceder, encajando sus uñas en su propio brazo para no herirla, ¿Acaso se estaba burlando de él? ¿De verdad, su progenitora lo hacía? ¿Por qué?

–Vete.

–¿Qué? JiMin-

–¡Que te vayas! ¡No te quiero aquí! ¡Eres igual a todos ellos! ¡No querías saber cómo estaba, solo viniste porque YoonGi te lo pidió! ¡O peor aún, viniste a burlarte de mí! ¡Lárgate!

Seguido de los gritos, dos guardias entraron apresurados, sosteniendo al menor de los brazos, aunque este no se resistió en absoluto, y al único que atacaba era a sí mismo, con sus uñas rasguñaba sus brazos y rostro.

White roomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora