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¿Cuántas veces había estado ya en esta situación? No llevaba en realidad la cuenta, pero es que parecía que cada vez que se proponía avanzar, alguien llegaba y le metía el pie para hacerlo tropezar.

A veces piensa que, en lugar de encajarle esa llave al enfermero (que por cierto, fue un idiota) debió encajarsela a si mismo, al menos de ese modo, el otro sujeto hubiera perdido y el mundo estaría mejor, sin tener que estar resguardando a un patético asesino serial que no sabía que lo era.

Sin embargo, cada una de las cartas que recibía por parte de ese dulce, encantador y atractivo chico, lo hacían sentir bien, claro que se sonrojaba de vez en cuando, puesto que él no tenía permitido tener nada con lo que pudiera hacerse daño, y eso incluía el papel, al parecer, temían que se atragantara con él o algo por el estilo, y por ello mismo, un enfermero le leía las cartas desde el otro lado de la puerta, solo con la ventana abierta.

Nada de eso importaba en el momento en el que escuchaba las dulces palabras que su pareja (o eso le hace creer todo lo que se plasma en esas hojas) le manda, palabras de ánimo y confort, y por eso, una vez más, se siente dichoso, y con ganas de seguir intentandolo.

Además, su episodio con su madre no fue tan malo, al menos esta vez no mató a nadie, y su doctor le dijo que eso era un pequeño paso, pero muy importante.

White roomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora