cinco

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|| ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Dean Winchester.

Sioux Falls, Dakota del Sur.
Dos días más tarde.
22 de septiembre del 2008.



Grace estaba cruzada de brazos, con las caderas apoyadas en la mesada de la cocina y un deje de irritación destellando en su mirada azul-grisácea mientras su marido despotricaba, nuevamente, sus razones para no creer que Castiel era en verdad un ángel. Era el tercer día consecutivo que discutían sobre aquel tema, mas que era la primera vez que no se tomaban la molestia de hacerlo en privado, en esta ocasión Sam y Bobby estaban oyendo cada palabra que salía de sus bocas.

—...y todo lo que sé, es que ningún ser celestial me sacó del infierno.

—¡Vimos sus alas! ¡Sus enormes y angelicales alas! —alegó ella con cansancio y exasperación, haciendo un ademán con las manos para enfatizar sus palabras.

—Pudo haber sido un truco barato.

—Oímos el aleteo cuando se marchó. Hasta me desmayé —le recordó.

—Ya estabas desvaneciéndote desde mucho antes de que se marchara —replicó Dean con voz gruesa—. Seguro te hizo lo mismo que a Bobby.

—¡¿Cómo?! ¡Si ni siquiera me tocó! —exclamó la cazadora, separándose del mueble de la cocina—. Además, ¿por qué razón mentiría acerca de ser un ángel? ¿Qué ganaría con eso?

—¿Yo qué sé? Tal vez es una especie de demonio. Los demonios mienten.

—Le dispararon sal de roca, lo apuñalaste con tu cuchillo de hierro y yo con el de Ruby. ¡Y fue inmune a todo eso! ¡Inclusive a las trampas del diablo! Cielo santo, ¡los demonios de ese restaurante estaban cagados del miedo porque algo salvó a tu alma de una eternidad en el infierno! Que Castiel sea un ángel, un ser celestial, ¡explica ese miedo!

—¿No crees que si los ángeles fueran reales, algún cazador en alguna parte, habría visto uno? ¿En algún momento?

—¡Nosotros vimos uno! ¡Hablaste con él! —escupió Grace, desesperada por hacer que su marido dejara a un lado su terquedad y su falta de fe.

—Trato de obtener una teoría, lo que sea, ¿okay? Una que tenga menos polvo de hadas encima. No voy a creer que esta cosa es un ángel del Señor solo porque él lo dice.

—¿Teoría? —repitió incrédula—. Es que en verdad eres necio y terco, Dean. ¿Qué más quieres para creer que Castiel es, en serio, un ángel? Porque hasta donde yo lo veo, tenemos suficiente evidencia para confirmar que lo es.

—¿Evidencia? ¿Llamas evidencia a la ceguera de tu amiga Pamela? ¿O a la sombra de las supuestas alas de cinco metros de largo que vimos por dos segundos? —formuló Dean, ceñudo y molesto—. Porque si es así, entonces estás muy equivocada y no tenemos nada que nos asegure que este Castiel sea un ángel, sino más bien que es algo muy poderoso, lo suficiente como para poder engañarte con un par de truquitos de quinta.

ʜᴏʟʏ ɢʀᴀᴄᴇ - ᴠᴏʟ. ɪɪ | sᴜᴘᴇʀɴᴀᴛᴜʀᴀʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora