diecisiéte

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|| ¡Aloha, Hawaii!

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|| ¡Aloha, Hawaii!

Sioux Falls, Dakota del Sur.
Cinco días después.
21 de octubre del 2008



Estremecido bajo el tacto de las delicadas manos de su esposa, las cuales le recorrieron la espalda desnuda con una dulce lentitud hasta posarse y aferrarse a sus hombros, Dean continuó besándole el lateral de la garganta, esmerándose en el acto, deleitándose en el sabor de su piel, en el calor que emanaba su cuerpo, en su respiración irregular, en la forma que le abrazaba las caderas con las piernas y en la sensualidad de su voz al susurrar su nombre.

Después de su mágica escapada, de haber vivido tres de los mejores días de su vida, encontraba bastante difícil el poder mantener las manos alejadas de Grace. Quería mirarla, abrazarla, besarla y tocarla cada segundo de cada día; si por él fuera, jamás habrían dejado aquella cabaña escondida en los bosques de Oregón. Pero por fortuna, ella no tenía problema alguno con que él le quitara la ropa y la hiciera suya cuantas veces quisiera ni en donde quisiera, al contrario, en cada ocasión lo recibía con el mismo nivel de efusividad y pasión.

—Contesta —murmuró de pronto Grace, besándole el contorno de la mandíbula.

—Que se vaya al buzón de voz —respondió él con la voz ronca y entre pausas, depositando húmedos besos sobre su clavícula. Hasta ese preciso momento siendo consciente del ringtone de su celular sonando desde los asientos delanteros del Impala.

—¿Y si es importante?

—Puede esperar —afirmó, acariciándole un pecho.

No obstante, la persona llamando no pensaba lo mismo pues el celular dejó de sonar apenas por cinco segundos antes de volver a emitir la irritante musiquita de una llamada entrante, cosa que se repitió otras dos veces. A la cuarta llamada, Grace suspiró, ligeramente irritada.

—Contesta —le insistió, ya no pudiendo ignorar el timbre del teléfono.

Dean casi gruñó por lo bajo por la desagradable interrupción del íntimo momento que compartía con el amor de su vida y se levantó lo suficiente para buscar el molesto aparatito en el asiento delantero. Cuando finalmente lo encontró debajo de la chaqueta de su esposa.

ʜᴏʟʏ ɢʀᴀᴄᴇ - ᴠᴏʟ. ɪɪ | sᴜᴘᴇʀɴᴀᴛᴜʀᴀʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora