TokaMito - La enamorada y la Muerte

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Era demasiado tarde, plena noche.
Toka Senju se encontraba plenamente dormida en su clan. Dormía con bastante calma en su cama, soñando con paz sobre aquella hermosa joven que conoció, la hermosa Uzumaki, con la cual se casaría su primo Hashirama... Mito Uzumaki. Esa hermosa mujer de piel tenuemente bronceada, ojos completamente negros y un cabello rojo intenso recogido en dos moños. La apariencia de una niña tan pura a su diferencia. Toda esa noche soñó con que la tenía en sus brazos a pesar de que sabía que su amor estaba prohibido. Que su amorío sería mal visto por su clan y propia familia.

Un sueño soñaba anoche,
Anoche mientras dormía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos se dormían.

Poco a poco comenzó a abrir los ojos, notando que ante su presencia había un hermoso hombre de piel pálida, cabellos azabaches hasta el suelo, todos completamente secos y puntiagudos. Sus ojos, completamente rojo sangre, pero con una mirada tan fría que parecía congelarle el alma a Toka.
Lo que más le había llamado la atención a ella con respecto a esa apariencia era la capa negra y la guadaña bien afilada.

—¿Por dónde has entrado amor, por dónde has entrado mi vida? —preguntó Toka mientras observaba su propio alrededor para confirmar que todo estaba cerrado, las puertas cerradas con llave, al igual que las ventanas y las celosías. ¿Entonces como entró aquel hermoso hombre?

Vi entrar un señor muy blanco,
muy más que la nieve fría,
¿por dónde has entrado amor,
cómo has entrado a mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.

—No soy el amor amante, soy La Muerte, y Dios me envía —respondió aquel azabache con seriedad, hasta el momento que mencionó "Soy La Muerte, y Dios me envía". Una sonrisa sádica se hizo notar ante esas últimas palabras, sonrisa que fue acompañada con el alzamiento de aquella diestra esquelética que apuntaba a Toka.

No soy el amor amante
soy la muerte, Dios me envía.

—¡Oh, muerte tan rigurosa! ¡Déjame vivir un día! —pidió de rodillas Toka a la muerte, sujetando ambas manos mientras tenía la mirada baja, queriendo pasar el último día con aquella joven que la tiene cautivada.
—Un día no puede ser enamorada. Una hora tienes de vida —mencionó la Muerte con su tono muerto, el cual hizo estremecer a la mujer.

Al escuchar a la Muerte, Toka rápidamente comenzó a calzarse y vestirse para salir de la casa rumbó hacia donde estaba su amada. Saltando de rama en rama de árbol lo más rápido que podía.

Oh muerte tan rigurosa
déjame vivir un día,
un día no puedo darte,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.

En el momento que la Senju llegó a la residencia de la Uzumaki, comenzó a tocar rápidamente la puerta, gritando desde esa misma el nombre de su amada Uzumaki.

—¡Ábreme la puerta Mito! ¡Ábreme la puerta niña! —gritó Toka del otro lado de esa puerta hasta que escuchó la voz de su amada.
—¿Cómo he de abrirte la puerta si no es la hora convenida? Hoy mi padre no fue al palacio y mi madre no está dormida —explicó Mito del otro lado de la puerta sin abrirle a la Senju en ningún momento.

Ábreme la puerta blanca,
ábreme la puerta niña,
la puerta como he de abrirte,
si no es la hora convenida.
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida.

—¡Si no me abres está noche, ya no podrás mi querida! ¡La muerte me anda buscando! —Ya estaba gritando con desesperación, Toka desde el otro lado de la puerta, comenzando a apoyarse en esa puerta mientras caían sus lágrimas—. Junto a ti haría mi vida.

Si no me abres esta noche
ya no me abrirás querida.
La muerte me anda buscando
junto a ti vida sería.

Por un momento la de pelo café escuchó silenció, hasta que volvió a escuchar la voz de su bella y pequeña amada.

—Ve bajo la ventana donde mi madre bordaba y cosía —dijo la Uzumaki retirándose de allí.

Allí corrió la Senju sin pensarlo dos veces hacia el otro lado de la torre para observar aquella ventana que estaba en lo alto.

Vete bajo mi ventana
donde bordaba y cosía.

—¡Te echaré un cordón de seda para que subas arriba! ¡Si falta más...! —Desde allí abajo vio como Mito tocó sus propios mechones de sus moños—. ¡Añadiría mis hebras en trenzas para que subas!

Te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el hilo no alcanzará,
mi trenza añadiría.

Allí su amada se retiró para lanzar aquellas sedas por la ventana, la cual sujetó la Senju con fuerza y comenzó a trepar por esa. Trataba de subir lo más rápido para llegar hacia la joven amada, y allí con su mano casi tocaba la barandilla de la ventana, hasta que sintió un ruido, como si algo se rompiera.

Se rompió el cordón de seda
la muerte que ahí venía.

Allí la cuerda de seda se rompe y caía como plomo desde aquella gran altura, dirigió por presentimiento su última mi mirada hacia la derecha, viendo a lo lejos entre los matorrales a la muerte, cuál veía como caía.

—¡TOKA! —Escuchó el horrible gritó de dolor que dio la Uzumaki, hasta que, en un momento, sintió el frío suelo bajo suyo y la oscuridad la consumía.
—Vamos, enamorada. La hora ya está cumplida —dijo la muerte viendo como la Senju perdía la conciencia por completo.

Vamos el enamorado
que la hora ya está cumplida.  

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