MadaTobi - Nunca juegues con el peligro

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Nunca escuchó la advertencia de su padre o de su hermano, de hecho, si los hubiera escuchado, nada de esto hubiera pasado. 
Ahora mismo se encontraba siendo embestido por un ser demoniaco: una criatura de apariencia masculina con una piel sumamente pálida, de enormes alas negras de murciélago, la mitad de su torso para abajo completo de una oscuridad y unos enormes cuernos. Las enormes garras arañando con brutalidad su cadera.

Maldecía una y otra vez el haber realizado un hechizo tan peligroso como ese. No iba a negar que la idea de ser el primer sujeto en poder controlar una criatura como esta podía ser algo maravilloso y de gran reconocimiento, pero ahora podía ver el porqué todos temían o morían.
Solo había dos salidas para calmar el enorme apetito del monstruo: o dejar que te devore o agotarlo sexualmente. 
Hubiera decidido por la primera, de no ser porque la criatura se abalanzó encima de él y comenzó a marcarlo como si fuera un objeto de crías.
Podía sentir a la perfección como su interior era estirado de maneras que nunca antes pasaron. Incluso el pequeño bulto que se hacía presente en las embestidas era incómodo. 

¿Era placentero? Para su enferma y retorcidamente de brujo sí. 
¿Temía por su vida si la criatura no se satisfacía? Sí.  

—Madara. —dijo la criatura. 
—¿Qué? —Tobirama formuló a duras penas la interrogante. 
—Llámame Madara. —ordenó el ser del averno. 

Y así lo hizo.
Entre suspiros, jadeos y gemidos, Tobirama comenzó a llamar a la criatura. Quería que parara, pero su boca rogaba por más mientras unas horribles marcas rojas se hacían presente en su pálida piel acorde un extraño placer comenzaba a invadirlo.
Nunca antes sintió algo como eso, incluso provocaba que el líquido pre seminal comenzara a salir en abundancia. 
Más, más y más, era lo único que gritaba su boca mientras su punto dulce era rozado consecutivas veces hasta el punto que una embestida certera fue suficiente para que se corriera mientras ese demonio se corría de manera abundante en su interior. 
Tobirama sentía a la perfección como el semen buscaba la manera de escapar de su interior aunque todavía tuviera el miembro viril de la invocación en su interior. 

Su mente a duras penas podía retener información, pero fue capaz de retener las palabras de Madara. 

—Sé que alguien te advirtió de mí y de mi especie. Solo te diré, que si lo hizo, significa que también pasó por esto mismo. —sentenció mientras tres marcas rojas abordaban el rostro de Tobirama. 

Y allí se dio cuenta, que no fue el único en su familia que trató de domar a una criatura demoniaca como esta. 

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