La hija de Endeavor, Hanabi, porta un quirk problemático: conserva y roba la energía vital de otras personas, para transformarlas en juegos pirotécnicos explosivos.
Sin embargo, su cuerpo es incapaz de retener la energía de otros, y producto de sus...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
TODOROKI HANABI
Desperté en una habitación de hospital, perdida de lo sucedido en el mundo durante los últimos días. No sentía dolor alguno, ni tampoco habían rastros de heridas en mi cuerpo.
Quizás me había curado con el transcurso del tiempo, o tal vez nunca me había dañado para empezar.
No entiendo qué sucede.
Se supone que había provocado un cortocircuito en mis neuronas que acabaría con mi vida. Lo último que puedo recordar, fue la pérdida de todos mis sentidos antes de caer desfallecida.
Me reincorporé lentamente sobre la camilla. Me sentía renovada e incluso con mayor fortaleza que antes.
Quizá seguía soñando.
Un sonido de sorpresa se escuchó a mi costado. Me estremecí levemente de la impresión al verle parado allí, junto a mí. No había notado su presencia hasta ese momento.
—... Ha-Hanabi-san... siento de verdad que tengas que verme a mí... Ehm, justo te moviste cuando llegué...
Se había sentado cerca de mi camilla respetuosamente, agachando la cabeza, pero no pude evitar saltar a abrazarle de un impulso.
Sentí que tartamudeó un sonido impronunciable, mientras yo me abrazaba a su cuerpo.
¿Qué estaba haciendo?
¡Jamás sería capaz de hacerlo en otra circunstancia! ¡Pero estaba sumamente feliz de verlo!
Tamaki...
Luego de unos segundos, me rodeó con sus brazos tímidamente.
A pesar de que una pequeña herida cicatrizaba en su mejilla derecha, lucía realmente bien. Estaba demasiado feliz de verle sano y salvo.
Quizá sí seguía soñando.
Pero de pronto recordé algo y me separé de golpe.
—¡Mirio! ¡¡¿Mirio cómo está?!! ¿Está bien?
El chico aún permanecía en trance después de aquel abrazo, pero luego de pestañear y procesar mi pregunta, perdió un poco la compostura demostrando melancolía.
Aquello me obligó a negar con la cabeza, pensando lo peor.
—... No. Mirio, está bien... digo... está vivo.
Aunque me sentía un poco aliviada de oírlo, sabía que algo malo había sucedido.
