La hija de Endeavor, Hanabi, porta un quirk problemático: conserva y roba la energía vital de otras personas, para transformarlas en juegos pirotécnicos explosivos.
Sin embargo, su cuerpo es incapaz de retener la energía de otros, y producto de sus...
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TODOROKI HANABI
''Ya no llores, pequeña'', murmuró mi hermano mayor en un tono puntilloso. En aquel entonces, él tan solo tenía once años.
Él era la única persona en el mundo capaz de abrazarme de aquella manera despreocupada, a pesar de que existía la posibilidad de que yo colapsara.
Eso no le importaba.
Toya lo soportaba todo, era la persona más fuerte que he conocido. Así pudo limpiar mis lágrimas, a pesar de que él también temía de lo que seguiría de ahí en adelante.
''Mamá derramó agua hirviendo en su ojo izquierdo... Pude ver cómo le dolía'', lloré nuevamente, escondiendo mi cabeza en su pecho.
''Pero eso no es tu culpa, Hanabi...''.
''¿Cómo podemos cuidar de Shoto?''.
''Ya te lo dije. Debemos volvernos fuertes''.
Su sonrisa, su cabello rojo y ojos turquesa me demostraban un espejo del cual pendía para sentirme tranquila.
''Es imposible ser más fuertes que nuestro padre''. Emití tal frase imitando, como un disco, sus propias palabras egoístas.
''Te equivocas... Un día obligaré a mi padre a entrenarme a mí como un héroe, para que deje a Shoto en paz... Mira esto''. Su mano se alzó formando una llamativa flama azul. ''Las llamas azules son más calientes que las rojas... son capaces de cremar incluso un cuerpo humano''.
''Eres increíble Ni-chan'', murmuré secándome las lágrimas.
''Le demostraré el ataque que he ido preparando durante años de práctica... y no podrá negarse ante mi poder''.
''Serás mucho mejor que papá''.
Toya rió amistosamente, acariciando mi cabeza.
''Soy débil. Mi cuerpo en particular, lo es. Pero nuestros dones, son mucho más fuertes que el de él... Solo tienes que saber controlar tu poder y maximizarlo. Ya verás que podremos proteger a Shoto y a cualquier persona que nos necesite''.
Proteger...
—¡¡Kaminari!! ¡¡Averiaste el horno eléctrico!!
—¡¿Ah?! ¡No porque sea un cortocircuito significa que fue mi culpa!
Me desperté de golpe, en una cama que se percibía distinta a la mía.
Me removí de un lado a otro, intentando conciliar ese sueño que siempre volvía en forma de recuerdo.
Terminé en el suelo, deslizándome desde el futón hasta el frío tatami. Eso fue suficiente para obligarme a colocarme de pie.
