La hija de Endeavor, Hanabi, porta un quirk problemático: conserva y roba la energía vital de otras personas, para transformarlas en juegos pirotécnicos explosivos.
Sin embargo, su cuerpo es incapaz de retener la energía de otros, y producto de sus...
AVISO: La historia del personaje a continuación es completamente inventada, no guarda relación con el manga original de BNHA.
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TODOROKI TOYA
Dicen que la tercera es la vencida, que al cabo de un par de intentos alcanzas la cima. Que el esfuerzo es directamente proporcional al resultado, que lo bueno viene después de la tormenta. Que el sufrimiento vale la pena...
Si es así para todos, mi vida desde el principio fue una paradoja.
Quizá en mí, semejantes clichés no funcionaban, para empezar porque no se suponía que yo debía nacer.
A costo de ello mi cuerpo se rebelaba en mi contra; calentaba mis extremidades y conocía el verdadero dolor. Lo resistía porque creía que era normal, pero en cuanto intentaba encender las flamas de mis poros, percibía que ellas me atacaban, como si no quisieran formar parte de mí.
Las heridas sanaban pronto, por lo menos, pues además de débil fui un cobarde que nunca se atrevió a cruzar sus límites.
No debía cruzarlos si quería sobrevivir, podía entenderlo, pero algo me decía que mi cobardía se transformaba en un obstáculo que terminaría por acabar con nuestra familia.
—¡¡¡DÉJALO, ES UN NIÑO!!! ¡¡TAN SOLO TIENE CINCO AÑOS!!
—¡¡YA TIENE CINCO AÑOS, MUÉVETE!!
Quizás yo era un afortunado por estar entrenándome a mí mismo y en libertad, quizás no debía hacerlo y era más razonable encontrar otro pasatiempo. Habían demasiados «quizás» que pretendían frenarme, pero era insoportable oír que esa criatura «perfecta» recibía los golpes más egoístas de mi padre a nuestras espaldas, con tal de fortalecer su híbrida habilidad.
Como alguien sensato, yo no tenía razones para querer tomar su lugar y convertirme en un héroe a costa de malos tratos, pero quizá esa era la única manera de que los gritos dentro de casa cesaran.
Una vez más, intenté localizar mis flamas en la palma de mi mano izquierda, a pesar del suplicio que me provocaba.
Si tan solo mi piel no fuera tan sensible... si no estuviese vivo el tejido pegado a mi carne, quizás no dolería y podría utilizar las llamas con naturalidad.
—Toya... —alguien sostuvo mis prendas desde abajo.
Aquel tono lloroso aplacó mis llamas y cambió mis planes. Me volteé lentamente para encontrarme con sus orbes aguantando las lágrimas.
