Capítulo XI | ROMINA

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I

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I.XI — Lo siento

—El uno de junio, a eso de las nueve y media de la tarde, entraste en la piscina del colegio. Allí estaba Marina. Tuvisteis una discusión que se fue acalorando... hasta que cogiste el trofeo y la golpeaste en la parte trasera de la cabeza. No parece que muriera al instante, lo que significa que la dejaste allí. Desangrándose. Esto es lo que creemos que pasó, y lo más importante aún, lo que el juez cree que pasó. ¿Tienes algo que decir en tu defensa?


[...]


—¿Lista para la fiesta, hermanita? —Carla se asoma a mi habitación, sonriente. Yo trato de esbozar una sonrisa que más bien parece mueca y ella al notarlo, se sienta a mi lado. —Hey, tranquila, todo está terminando, pronto será como si nada de esto hubiera pasado —toma mi mano y sonríe.

Pero nada había acabado, ni acabaría hasta que encontráramos ese reloj.

—Tenemos que pedirle el reloj a Marina —la miro a los ojos y ella asiente.

—Lo haremos. Pero ahora muéstrame qué es lo que te pondrás, para ver qué puedo hacer con este desastre —sacude mi cabello de recién levantada y yo le empujo, riendo.

—Vuelve a hacer eso y yo te dejaré pintada como payaso, ¿eh? —le saco la lengua y ella imita mi acción de manera infantil, para después levantarse de la cama y arrastrarme con ella hacia mi clóset.

Una vez que nos duchamos y preparamos todo para alistarnos después de clases, bajamos a desayunar con nuestros padres, quienes esperaban ansiosos a escuchar nuestros planes de la fiesta de fin de curso y obviamente, el after que habría al terminar la ceremonia en casa de Lu.

—Así que, ¿te pondrás el vestido que te regaló Polo? —mi madre me cuestiona, volteando a ver algo confundida a Carla, pues ella ya le había confesado que su relación con el ojiazul simplemente no daba para más.

—Sí, le queda precioso —contesta ella con total normalidad, encogiéndose de hombros. —Además, Polo sigue siendo nuestro amigo, ¿vale? Tal vez yo ya no sostenga muchas charlas con él, pero Romie es su mejor amiga.

—Por eso es por lo que te amo tanto, Carlita —le doy un beso rápido en la mejilla y ríe.

De pronto, mi padre, quien estaba muy concentrado revisando su celular mientras nosotras hablábamos, se levanta de la mesa para tomar una llamada. Al inicio no le tomé tanta importancia, hasta que los rostros serios de mi madre y Carla me decían que algo iba mal, entonces fue cuando puse más atención.

—Claro que lo han buscado, por todas partes —murmura molesto. —Lo han revuelto todo, Ventura. Yo que sé. Ese tío es un descerebrado, es capaz de mandarnos a todos a la cárcel, paguemos o no —joder. No habían encontrado el reloj.

ROMINA | «Élite»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora