Capítulo I | ROMINA

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I

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I.I — Muñequita rica, rubia y preciosa

—Que sí, Carla. Romina ya se ha levantado desde hace rato, ahora está duchándose —escucho hablar a Ander desde la habitación. Cierro el grifo y salgo de la ducha, poniéndome la ropa interior y colocándome una toalla alrededor. Cuando abro la puerta, me da risa lo que veo frente a mí.

Ander aún estaba al teléfono, escuchando mientras hacía caras de fastidio e imitando a mi hermana en silencio. Inmediatamente suelto una risa y él me mira sonriente.

—Venga, nos vemos pronto —finalmente cuelga.

Camino hacia él, quien aún se encontraba en pijama y le doy un sonoro beso en la mejilla.

—Buenos días, ricitos —ríe levemente debido a su apodo y me toma del brazo, jalándome y causando que caiga a su lado en la cama. Me abraza y me llena de besos por toda la cara.

—Buenos son mis días cuando te tengo a mi lado —dice sonriendo. Yo hago un puchero y él muerde mi nariz tiernamente.

Supongo que es aquí donde tengo que aclarar que Ander y yo no somos novios. Solo... almas gemelas y amigos demasiado cercanos. Demasiado.

Siempre ha sido así, desde que tengo memoria, desde que éramos solo unos críos.

Carla iba un año adelante que yo, por lo que ella fue quien conoció primero a Ander, Polo y Lucrecia desde el jardín de infantes. Tiempo después, como a eso de los 5 o 6 años, comenzó a invitarlos a la casa y ahí fue cuando yo los conocí. Jugábamos todo el tiempo, reíamos, veíamos películas y explorábamos nuevos lugares. Después, Marina y Guzmán se nos unieron y, en la secundaria, después de que me adelantaran un ciclo y quedara a la par con los demás, Valerio entró al grupo.

Siempre habíamos sido nosotros 8. Todos estábamos el uno para el otro, sin importar lo que pasara.

Lamentablemente, con la adolescencia y el tiempo, todo cambia. Así que ahora no estaba segura si seguíamos siendo los 8, unidos. Pero de lo que sí estaba segura, era de que yo los amaba a todos sin excepción. Aunque siempre un poquito (mucho) más a Muñoz.

—Eres tan cursi que me enfermas —rio y le doy un beso en la frente, para después levantarme. Pero justo cuando lo hago, él toma mi toalla, dejándome solo en ropa interior.

Volteo hacia él, incrédula y niego divertida. —Que te follen —le levanto mi dedo medio.

Empiezo a buscar mi uniforme extra en su clóset y de repente siento una respiración en mi nuca, en conjunto con su pecho pegado a mi espalda, respirando agitadamente.

—Pues ya está, fóllame tú.

Sus manos aprisionan mi cintura y sus labios comienzan a besar mi cuello suavemente, dando leves mordiscos de vez en cuando. Me volteo confrontándolo y beso la comisura de sus labios.

ROMINA | «Élite»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora