𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 7: 𝐋𝐚 𝐍𝐚𝐫𝐚𝐧𝐣𝐚 𝐌𝐞𝐜𝐚́𝐧𝐢𝐜𝐚

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Yeji era realmente linda, se peinaba con trenzas y tenía unos ojos felinos muy bonitos. Pero Yeji no me hablaba de libros, y eso no tiene por qué ser importante, nunca lo fué en nuestra relación. Ella hablaba de la academia de danza y yo comentaba un poco del avance de mis historias mientras compartíamos un café.

—Halo, ¿Puede pasarme a mi novio por favor? —dijo ella haciendo un teléfono con su mano y acercándolo a su oreja.

—Lo siento... —me disculpé sinceramente por dejar de prestarle atención.

—No te preocupes cielo —extendió su brazo y acarició mi mejilla con cariño— sé que estás estresado con tu libro, estoy aquí para apoyarte.

Era en esos momentos en los que me sentía profundamente mal, culpable. Debería hacerle caso a Soobin y no seguir con la relación, o por lo menos, pedirle que nos diéramos un tiempo.

Estaba pensando en las palabras adecuadas para enfrentarla cuando la mesera nos trajo el desayuno.

Volví a pensar en algo imprudente cuando vi los vasos con jugo de naranja y tostadas. Esta vez no fue intencional, tenía la pregunta en la punta de la lengua, pero no iba dirigida a la persona correcta.

—¿Has leído La Naranja Mecánica?

—¿Eh?

La Naranja Mecánica —repetí. Yeji dejó a un lado su vaso con jugo.

—No, pero he visto la película, es perturbador, ¿Qué estaba pensando la persona que escribió ese libro?

Bloqueé la decepción en lo más profundo de mi ser, con llave y todo. El problema no era ella, respondió cordial y honestamente como siempre lo hacía, el problema estaba en que no debí haber hecho la pregunta, porque lo sabía, sabía que iba a terminar suspirando consternado.

Me imaginaba la respuesta de Beomgyu, incluso su acento al hablar, algo como: «No es perturbador por los actos en sí, sino porque no es una exageración. La violencia en la vida real se ve inofensiva, nunca tan gráfica, pero es igual de peligrosa» O bueno, puede que no fuera esa su respuesta, pero ya me estaba quedando seco después de cuatro meses de idear respuestas a mis propias preguntas.

¿Era sano imaginar la voz y la opinión de alguien? No, estaba actuando como si él fuera un muerto.

¿Desde cuando la opinión de alguien me importaba más que la respuesta en si? ¿Eso tenía algún puto sentido?

Me despedí de Yeji sin llegar a decirle nada, volví a casa agotado mentalmente, queriendo descansar hasta la próxima reunión de mi libro.

Una hora después de seguir fallando en tomar una siesta me dieron ganas de leer. Tenía varios volúmenes sin terminar por la falta de tiempo, pero no tenía ganas de releer y acordarme de lo que pasaba en ellos, así que me fuí por el camino fácil y busqué los libros que compré ese trágico y hermoso día.

Al menos así si me ponía mal tendría un verdadero motivo. Esa era la razón por la que no había tocado o si quiera mirado la copia de Persona en el cajón de mi cómoda.

Cogí un tomo al azar y me lancé boca abajo en la cama, pero cuando lo abrí algo calló de las paginas.

Eran los palillos de la suerte.

Los miré sobre el colchón, riéndome por lo patético que era. Cargaría los jodidos palillos a donde sea que fuera de ahora en adelante, lo veía venir, esperando que de verdad funcionaran y me dieran un poco de su suerte.

Los uní y los mordí en la esquina, tal como lo había hecho Beomgyu para separarlos.

Leí sin en verdad estar leyendo, en estado automático, con los palillos sujetos en la boca.

Pasé la página y me encontré con una frase.

—...El mejor momento de tu vida se condensa en un segundo, ¿y luego qué? —leí susurrando. Me saqué los palillos de la boca antes de que pudiera romperlos por la fuerza que ejercía.

Hundí mi cara en la almohada y gruñí.

—No me soporto.

Romance. | yeongyu [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora