Capítulo 15

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Miriam

Me había costado mucho pegar ojo en toda la noche. Estaba demasiado nerviosa por la entrevista que tenía hoy. Hasta Ana me lo notó porque no desayuné nada.

-Miriam... ¿Estás bien? - me preguntó poniendo su mano sobre la mía. - No has desayunado nada...

La miré y después bajé mi mirada al plato vacío que tenía enfrente.

-Estoy nerviosa por la entrevista. Se me ha cerrado el estómago y no me entra nada.

Ana puso un puchero y pegó su silla a la mía. Entonces puso una mano en mi mejilla y me dio un beso en ella.

-Ya te lo dije ayer pero si hace falta te lo vuelvo a repetir: lo vas a hacer genial.

-¿Y si no? ¿Y si hago el ridículo o algo?

-Anda, Miriam, no digas tonterías. No vas a hacer eso.

Dejé mi mirada clavada en la mesa, incapaz de mirar a Ana a los ojos.

-Va, Miri, mírame. - Ana puso una mano en mi barbilla e hizo que la consiguiera mirar. - ¿Te crees que si de verdad pensara que vas a hacer el ridículo te hubiera dejado venir? Si hasta Mimi y Pablo están seguros de que lo vas a bordar. Pase lo que pase, voy a estar muy orgullosa de ti.

Me mordí el labio inferior y mis ojos se humedecieron un poco. Ana me miró con una sonrisa tierna para después envolverme con sus brazos en un abrazo y dejar un beso cariñoso en mi mejilla.

-Y ahora tienes que comer un poco, amor, aunque sea un trocito de fruta. Lo vas a necesitar para tener energías.

Asentí y Ana se levantó para buscar una manzana y después partírmela en trozos.

-Oye, que no soy un bebé. Sé comer sola. - me quejé cuando Ana quiso darme el trozo de manzana ella misma.

-Ya te estás haciendo la dura otra vez. - rodó los ojos.

Reí y comí la manzana sin dejar que Ana me ayudara. Cuando acabamos de desayunar salimos afuera, donde un coche nos esperaba para llevarnos al lugar donde se realizaría la entrevista.

Ana notaba mi nerviosismo durante el trayecto, pero nada más poner su mano en mi pierna y acariciar mi piel con sus dedos una tranquilidad se apoderó de mi cuerpo.

En cuanto llegamos al destino, me quedé estática nada más salir del coche. Ana me miró con preocupación, pero entrelazó nuestras manos para tirar de mí y adentrarnos en aquel edificio. No me soltó la mano en ningún momento hasta que tuvimos enfrente a los chicos de Morat.

Nos saludaron con un efusivo abrazo y recibí unas cuantas palmadas en la espalda para mostrarme su apoyo.

-Teníamos muchas ganas de verles y empezar esta entrevista. - dijo Juan Pablo. - Por favor, siéntense.

Nos señaló con su mano las dos sillas que había junto enfrente de ellos. Miré a Ana, quien me sonrió y se sentó. Hice lo mismo y saqué del bolso mi móvil para iniciar la grabación y mi pequeño cuaderno donde tenía las preguntas apuntadas.

Ana empezó la entrevista. Me sirvió de ayuda porque pude ver la gran seguridad que tenía al preguntar y lo bien que se envolvía.

Cuando llegó mi turno, Ana consiguió quitarme todos los nervios y coger seguridad conmigo misma con tan solo sonreírme. Además que los chicos de Morat me ayudaron muchísimo respondiendo con facilidad las preguntas.

En cuanto acabamos la entrevista, suspiré aliviada. Todos me dijeron que lo había hecho muy bien y que no me tenía que preocupar de nada.

-¿Les apetece tomar algo con nosotros?

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