historias fugaces - South Park

La última vez

Tweek sabía que vender por aquella zona era peligroso para el negocio, pero sus dedos temblaron más de lo usual cuando su jefe le dio la mitad de la paga y esta era tan jugosa; no pudo negarse. La necesitaba, no es que no tuviera para comer, o donde vivir, ya que aún vivía con sus padres, no esos asuntos no eran ningún problema. Pero su vicio no había mejorado con los años, al contrario, con los años quiso más. La pequeña dosis en su café ya no era suficiente, sus padres tampoco estaban muy felices u orgullosos del asunto así que sólo desviaban su mirada de lo evidente; que su único hijo era un adicto sin remedio.

Uno de los hombres que tantas veces le dio el ingrediente secreto para el café de Tweek bros coffe, le regalo un paquete de más, una sola vez y esa vez fue suficiente para que el rubio cayera en la típica trampa en la que muchos caen, incluyendolo. Al principio sólo lo usaba cuando tenía algún ataque de pánico especialmente fuerte o cuando debía hacer alguna exposición por su cuenta. Fue aumentando la dosis poco a poco, cuando salió de la preparatoria, su mesada y lo que ganaba en la cafetería de sus padres ya no fue suficiente, al no poner concentrarse más que en la potente necesidad de su cabeza que le recordaba cuanto quería esa droga en su sistema; pasó.

Ahora se encontraba jugando cualquier mierda entretenida en su celular mientras esperaba al comprador. Tenía que verse relajado, como cualquier otra persona, los lentes negros hacían un buen trabajo ya que la vista no fastidiaba tanto a pesar de los múltiples faros en la calle o los autos pasando, la peluca picaba un poco, pero era soportable; podía hacerlo.

 El comprador en cuestión, paso un rato sentado sin dar ninguna señal, pero ese era el protocolo, observar un rato antes del intercambio. Tweek ya había recibido el dinero y sólo debía entregar lo acordado. Los paquetitos eran chicos pero de buena calidad, así que valían su peso, mucha mejor que la mierda que se metía el rubio. El prefería cantidad sobre calidad, ya que era un vicioso, pero no quería causarle más problemas a sus padres.  No es que ellos fueran muy buenos padres, pero ellos le daban su espacio y seguían sin presionarlo para conseguir un trabajo real y decente o recriminarle dejar la universidad. Incluso le daban pocos turnos en la cafetería y le pagaban como si fuera a todos, lo que le daba mucho tiempo de dedicarse a vender, que era lo que más le producía dinero. Cuando al fin hubo poca atención en ellos Tweek saco los paquetes y los acerco rápidamente por la banca al comprador, este lo guardo con la misma rapidez y fingiendo una llamada, para pararse e irse. Todo había salido bien. Contra todo pronóstico, el que fuera una noche despejada, que fuera una parte del centro de la ciudad. Feliz como estaba, suspiro para peinarse el cabello de la peluca, se quedaría un rato más por su acaso... o ese era el plan hasta que escucho a alguien correr, habían descubierto a su comprador y lo perseguían unas calles adelante.

Tenía que irse.

Intento ser lo más casual posible, como quien no quiere el asunto, pero en la esquina alguien lo agarró del brazo. Sus ojos se fijaron en el uniforme policial, para encontrar la placa con un reluciente Donovan grabada en ella. Mierda, iban a detenerlo otra vez, estaba al límite de la advertencia del juez la última vez que pudo pagar una fianza por su libertad. Cuando le pusieron las esposas se resigno, hasta que antes de entrar en la patrulla, otra voz se hizo presente.

—Donovan, yo me llevó a ese —Sus ojos se fijaron en el otro policia— ayuda al jefe Barbrady, creo que le rompieron la nariz de un cabezaso.

—¿Y por qué no vas a ayudarle tú?

Hubo un pequeño silencio que dejo a Tweak incierto y tan nervioso que empezó a temblar.

—Tu eres más fuerte —le sacó el dedo medio a su compañero, quien de repente soltó carcajadas y le empujo hacia el oficial Tucker— , si eres un dolor de trasero con eso, no voy a dudar en patearte el culo.