Cicatrices Bajo la Superficie

XXX. Cenizas

Minho se quedó en silencio a unos cuantos metros de distancia, observando a Hyukjae, que estaba de pie cerca del borde de la superficie de la montaña en la que se encontraban, mirando la escena de la batalla. Una cosa era segura: el reino Dragón iba a estar en ruinas después de esto. Afortunadamente, tenían el dinero para reparar los daños. Minho había recibido instrucciones claras de no dejar que Hyukjae abandonara la sede, pero el ex Fénix se había puesto inquieto.

—Solo por un minuto —Minho había cedido. Ahora, varios habían pasado. Manteniendo un firme agarre en su arco, se acercó y se unió a Hyukjae en la visita turística, aunque la vista no era una que a muchos les gustaría ver.

—¿Crees que están bien? —preguntó Hyukjae en voz baja.

Minho sabía por experiencias pasadas que no debía hacer suposiciones, no esperar, no tener esperanza. —Hyukjae —suspiró mientras miraba hacia arriba. El sol se pondría pronto. Sabía que la noche iba a ser dura para todos aquí. Los cazadores se estaban agitando; querían unirse a la lucha y ayudar a sus camaradas, pero Donghae les dio una orden clara. Pediría ayuda si la necesitaba. —Deberíamos regresar... va a... —Por el rabillo del ojo, por una fracción de segundo, creyó ver algo en el cielo, pero cuando giró la cabeza, todo lo que vio fueron nubes oscuras—. Vamos.

Hyukjae no se movió al principio, por lo que Minho lo agarró del brazo con urgencia. —Hyukjae, ahora.

—L-Lo siento —tartamudeó y asintió, apartando la vista de la ciudad llena de humo y corriendo hacia el edificio escondido en las montañas. Definitivamente podía sentir la inquietud de Minho.

—Entra —ordenó Minho y luego giró la cabeza hacia el espacio donde había creído ver algo.

Hyukjae inclinó la cabeza con curiosidad, pero pensándolo bien, mantuvo la boca cerrada y desapareció entre las rocas. Minho se aseguró de que definitivamente había regresado a la base antes de caminar más hacia el borde, donde Hyukjae había estado antes. Sintió escalofríos recorriendo su piel e instintivamente extendió la mano hacia atrás. Sin embargo, antes de que sus dedos pudieran cerrarse alrededor de la flecha, sintió una fuerza contundente en la parte posterior de su cabeza y lo último que vio fue el suelo acercándose.

***

Jaejoong mantuvo la cabeza baja y la capucha cubriéndole el rostro mientras entraba en el cuartel general, casi riéndose al verlo. Esto era muy típico de Donghae. Debería haberlo sabido desde el principio. De niño, Donghae tenía una gran fascinación por las montañas Onyx; parecía natural que estableciera su cuartel general aquí. Casi nadie subía, e incluso si lo hacía, el lugar estaba bastante bien escondido. Además de eso, la montaña era enorme y esta no era la zona a la que la mayoría de la gente escalaría. No había muchos cazadores alrededor que pudiera ver. De hecho, diría que solo había unos diez, más o menos. Ese cazador en la montaña, de quien tomó prestada la capa, había sido noqueado fácilmente. La tarea más difícil era encontrar a este Hyukjae. Oh, no podía esperar. Le encantaría ver al que hizo que Donghae se enamorara tan perdidamente. No reconoció a ninguno de los cazadores que vio, y dudaba que ellos lo reconocieran a él. Después de todo, habían pasado tres años y, al igual que Donghae, nunca había estado muy expuesto al público. Todo había sido Donghwa. Claro, al principio había adorado a su primo, pero a medida que crecía se dio cuenta de lo poco apto que era para ser rey. Donghwa era demasiado blando. No habría sabido gobernar un reino como el suyo. Y Donghae, Donghae estaba demasiado ocupado follando con todas las putas lindas que podía encontrar, libre de deberes como segundo hijo.

Se suponía que Jaejoong debía gobernar.

Incluso su padre pensaba lo mismo. A Jaejoong no le importaba mucho su padre, en realidad. Como él, había querido convertirse en rey, pero como hijo menor no podía. Jaejoong había llegado a despreciarlo por no tomar el asunto en sus propias manos. Si no te gusta, cámbialo.