Capítulo 12

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La cara de confusión de mi hermana era digna de una fotografía, quería reírme, pero tampoco podía dejar desprotegida a mi madre, así que la tomé suavemente por los hombros y ella me miró.

– Tienes que irte, mamá, por favor, vuelve con Mark.

Ella tocó mi mejilla con delicadeza y me incliné a su toque.

– Debo estar aquí, puedo convencerla.

Estaba concentrada en mi madre, pero cuando escuché pasos acercarse la puse detrás de mí protegiéndola con mi cuerpo.

Mi hermana en ese momento me miró y detuvo su caminata.

– ¡Natalie, vuelve aquí!

El chico que estaba con ella le gritó, era probablemente Lucas.

– ¿Quien eres tú? ¿Por qué mi madre está viva?

Sus ojos estaban cristalinos por las lágrimas.

– Te lo explicaremos todo, pero debes de venir con nosotros.

Dijo mi tío y le extendió la mano.

– No puedo irme con ustedes.

– ¿Qué? ¿Acaso eres estúpida?

Estaba furiosa, ella no podía hacernos esto.

– No, pero no puedo confiar en que me digan la verdad.

– Tampoco puedes confiar en ellos.

Intervino Edward.

– Ellos han sido sinceros, me han estado haciendo fuerte. Tú, tío, me mentiste, me hiciste creer que mi madre estaba muerta, y tú mamá, ¿cómo pudiste hacerme esto? ¿sabes lo mucho que te lloré? ¿cómo tuviste el corazón?

Su voz se estaba rompiendo, y quizás tenía razón, todos aquí parecían haberle mentido.

– Está bien, no confíes en ellos si no quieres.

Comencé a hablar y ella me miró.

– Pero confía en mí, ellos puede que te hayan mentido, pero no me conoces, y yo te estoy siendo sincera, yo me voy a encargar de contarte todo, lo prometo.

Ella pareció pensárselo durante unos minutos.

– No sé si debería...

– Por favor, Natalie, soy tu hermana, puedes confiar en mí.

Me acerqué hasta ella, quedando ambas en el centro de todos, y tomé su mano entre las mías, de inmediato todo comenzó a ponerse borroso, excepto ella, se mantenía tan nítida ante mis ojos, al parecer ambas nos adentrabamos a recuerdos.

Ambas estábamos sentadas en una banca, su cabeza en mi hombro y mi brazo al rededor de lo suyos.

– Soy tan afortunada de tenerte.

Su voz era un pequeño susurro, haciendo la conversación aún más privada.

– También soy muy afortunada de tenerte, Nat.

– Eres la persona en la que más confío, por eso quiero que seas la primera en saber que he dejado que Edward me muerda.

Me separé de ella y vi sus bonitos ojos cafés.

– ¿Hablas en serio?

Después de un asentimiento de cabeza todo comenzó a ponerse de  nuevo borroso para dar paso a otro recuerdo.

Ahora estábamos en una habitación, ambas recostadas en la cama, nuestros vestidos extendiéndose por ella.

Secretos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora