Capítulo 11

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Nos fuimos al vecindario en el que mi madre solía vivir, era un lugar bastante tranquilo y estaba en la zona Lee, algo alejada del centro de la ciudad. Su casa era lo suficiente grande para alojar a unas 10 personas, aunque algunos tendrían que quedarse en los sofás.

- Perdonen que todo esté algo empolvado, nadie ha venido aquí desde que me fui.

- No te preocupes, Celesta. Te agradecemos por dejarnos quedar aquí.

- No hay nada que tengan que agradecerme.

- Mañana llevaremos a Lilia al mundo de los híbridos, debemos de entregar su cuerpo a las sirenas para que hagan su ceremonia.

Tenía que estar allí, quería estar allí.

- ¿A qué hora nos iremos?

Todos giraron a verme cuando me escucharon.

- No creo que sea buena idea que vengas, Rachel.

Edward murmuró. Antes de que alguien pudiera hablar, tocaron la puerta.

Nos miramos unos a otros algo confundidos, nadie sabía que estábamos allí y todos estaba dentro de la casa.

Los guardias italianos se acercaron a la puerta, al abrirla y ver quién era se pusieron inmediatamente de rodillas. Su olor a café recién hecho llegó a mi nariz e inmediatamente supe quien era.

- Tío.

- Sobrina, Celesta.

Todos los demás ya estaban arrodillados, mi madre y yo nos manteníamos de pie.

- ¿Cómo supiste que estaríamos aquí?

- No hay otro lugar al que pudieran ir, además de que las sirenas ya se han enterada de la muerte de Lilia.

- ¿Cómo pudieron enterarse? Ninguno de nosotros ha hablado con nadie.

- Pueden levantarse, gracias por su reverencia.

Después de dirigirse a ellos se acercó a mí madre y depositó un beso en su mejilla para luego verme a mí.

- Las sirenas tienen un tipo de sistema en el que se mantienen conectadas unas con otras, cuando una de ellas muere su luz se apaga. Lo entenderás mejor cuando lo veas.

- Pero, Lucio. Ella no puede ir a...

Se atrevió a hablar Amelia.

- Ella puede ir ahora. He pasado siglos preparándolos a todos para su llegada.

Nadie dijo nada, así que mi tío volvió a hablar.

- Me gustaría dejarlos descansar, pero es mejor que llevemos el cuerpo de Lilia cuanto antes.

Asentimos levemente, comenzó a caminar hacia la puerta y lo seguimos. Pero al abrirla no había una calle ni el patio delantero, si no que era un bosque con una entrada en forma de arco.

- Se bienvenida a tu reino, querida sobrina.

Al cruzar el arco las ropas de mi tío cambiaron, sobre sus hombros una capa de tela liguera apareció, el traje con el que siempre lo veía, pasó a ser un pantalón blanco y ligero, su camisa era de un leve azul cielo con toques dorados y sobre su cabeza una corona apareció. Me extendió su mano para que cruzara también, con algo de inseguridad la tomé y pasé al otro lado.

La ropa que tenía puesta paso a ser un vestido blanco y suelto, en mis pies había un par de sandalias con tiras delgadas y delicadas, mi cabello ahora estaba suelto, en mi cabeza un peso extra, lo que suponía sería una corona o tiara, y lo más sorprendente es que estaba transformada, pero no tenía ninguno de mis tatuajes, mi piel estaba limpia.

Secretos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora