Las cosas se habían salido de control y habían perdido la localización del otro. Kai se encontraba cerca del gimnasio de Seokjin, por lo que ocultándose detrás de unos cubos de basura en un callejón lo llamó con la respiración agitada.

– Hyung –dijo con la voz entrecortada ni bien respondieron–. Necesito ayuda.

– ¿Kai? ¿Qué ocurre? –respondió el mayor de los Kim.

– Me han disparado –tosió–. Estoy a dos calles del gimnasio, necesito ayuda.

– Vente, estoy ahí ahora mismo.

Seokjin colgó la llamada y se cercioro que no hubiera nadie en el gimnasio excepto Youngji, quien se encontraba acomodando unos papeles en su oficina.

Los golpes en la puerta de entrada le advirtieron que el chico estaba allí, así que corrió hacia el lugar y lo hizo entrar lo más rápido que pudo, cerrando las puertas a sus espaldas.

– Duele como el infierno –susurró Kai tomándose el abdomen.

– Ven, apóyate en mí.

Lo llevó hasta la oficina de Youngji, entrando en esta empujando la puerta con su cuerpo y depositando a Kai sobre la camilla que tenía allí. La doctora se lo quedó mirando esperando alguna explicación que no salió nunca de los labios de su jefe.

Pasando a modo doctora en dos segundos, le dio instrucciones a Seokjin para que le llevara algunas cosas y procedió a cortar la camisa negra de Kai quien miraba asustado a su hyung.

– No te preocupes, chico –le dijo dejando las cosas sobre una pequeña mesa–. Es de confianza

– ¿Qué ocurrió? –le preguntó la chica mientras le colocaba una inyección de anestesia localizada en la herida–. Pásame las pinzas

En lo que Kai se inventaba una excusa para decirle, Jin le pasaba las pinzas y veía como la chica pellizcaba un poco para saber si el chico lo sentía o la anestesia había hecho efecto. Luego comenzó a escarbar intentando encontrar la bala.

Al momento de tenerla entre las pinzas y sacarla del abdomen del chico, Seokjin se encontraba pantalladose con una revista blanco de la impresión por la cantidad de sangre que salía y Kai se había desmayado.

– En la nevera que está detrás del mueble hay un paquete de sangre O negativo, tráemelo junto con una de las intravenosas.

Youngji desinfectó todo lo que le había dado su jefe, colocando el paquete de sangre en un soporte y poniendo la intravenosa en la mano de Kai, quien seguía desmayado.

Al momento de terminar, revisó que los signos vitales de su paciente estuvieran normales, lo tapó con la sábana y luego se tiró contra su sofá, respirando hondo por la adrenalina.

Siguió esperando que Kim dijera algo, por lo menos que respaldara la historia del chico, pero nada salía de sus labios.

– ¿Por qué está aquí? –dijo la chica mirando a su jefe.

– Ya te dijo, estaba cerca del gimnasio y lo asaltaron.

– Debería haber ido a un hospital a que le sacaran la bala, Seokjin.

– No puede hacer eso.

– ¿Por qué? Es lo más normal en estos casos.

– Simplemente no puede, ¿está bien?

– ¿Qué ocurriría si no lograba sacarle la bala? ¿Y si no tenía para hacerle una transfusión de sangre? Podría ser muy peligroso, Kim.

– Estaba seguro que podías hacer esto.

Exasperada porque no la mirara a los ojos cuando hablaba y por haberla hecho pasar por esa situación, tomó su chaqueta y bolso y salió de allí sin mirar atrás. Él no pensaba que si a ese chico le pasaba algo a la que le quitarían la matrícula de doctora era a ella. Se quedaría sin trabajo por una negligencia médica.

Echaba espuma por la boca de la rabia que tenía al llegar a la puerta del gimnasio. Se paró en seco y se volvió murmurando para ella misma, repitiendo la acción una y otra vez hasta que cuando volvió a voltearse para ir a su oficina nuevamente se chocó con su jefe.

Estaba por gritarle un millón de cosas cuando se quedó fría al darse cuenta de lo que estaba pasando.

Seokjin la sostenía de la nuca con una mano y con la otra desde la cintura, pegándola a su cuerpo, sus labios se sentían urgentes contra los suyos, como si estuviera deseoso de ese beso desde hace años.

Youngji poco a poco fue aflojándose en sus brazos, devolviendo el beso poco a poco, con suaves roces para que no sea tan brusco.

– Lo siento, ¿sí? Pero eres la única en quien confío para esto -le susurró sobre los labios.

– Si llegaba a pasar algo podría hasta perder mi licencia como doctora, es un riesgo que no estoy dispuesta a tomar.

– Pero sé que eres capaz de sobrellevar cualquier situación, Youngji, eres capaz de hacer cualquier cosa por tus pacientes.

Volvió a besarla esta vez más suave. Le sonrió y la llevó hasta su despacho, el cual estaba insonorizado gracias a su cuñado.

Al cerrar la puerta, la recostó sobre esta quitándole el bolso y el abrigo y tirándolo sobre el sofá, para luego volver a atacar sus labios como quería en realidad. Sintió que ella abría un poco su boca por la sorpresa, aprovechando eso para introducir su lengua y explorar la boca de aquella dulce mujer.

Sus manos inquietas tocaban donde podían, desde sus brazos, pasando por su torso, sus brazos, abdomen hasta llegar a sus piernas y levantarla para que rodeara su cuerpo con ellas.

Las cosas se estaban saliendo de control poco a poco, pero ya no podía soportarlo más.

Caminó hasta su escritorio, donde la sentó suavemente, y sin dejar de besarla comenzó a desvestirse, cortando el beso solamente para sacarle la blusa que llevaba puesta ella. Sus manos rodearon su espalda, sintiendo la piel tersa contra las palmas de sus manos, y sus dedos encontraron rápidamente el broche del sostén, desabrochándolo en un santiamén.

Sus besos bajaron por su mandíbula, dejando besos y mordidas en su cuello hasta llegar a sus pechos, jugando con los pezones erguidos por el contraste entre la temperatura de su cuerpo y el frío ambiente de aquella oficina.

Los gemidos no se hicieron esperar y el grito que dejó escapar cuando Jin mordió su pezón derecho la hizo mojar más de lo que estaba, pero aquella atmósfera tan sensual en la que estaban se pinchó cuando un carraspeo se escuchó desde la puerta de la oficina. Cuando ambos voltearon hacia allí vieron a un incómodo Chanyeol intentando mirar sus pies y no la escena frente a sus ojos.

Youngji solo quería que la tierra se abriera a sus pies, la tragara y la escupiera en Hawaii.

Her  |Jin| {Cypher#2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora