Capítulo 27

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Narra Ariadna

—Tweedledum y Tweedledee. —dijo el inspector Héctor poniendo una fotografía en un panel.

— ¿Los gemelos de la película? ¿También los ha recreado? —frunció el ceño Tobías.

—La verdadera pregunta es ¿qué no ha recreado? —esta vez fue Óscar quien habló. —Yo os lo he dicho. Estamos todos. Todos y cada uno de los personajes de esa dichosa película están presentes. Incluso los menos importantes. Si me acordara del sitio donde están sabéis que os lo diría, pero se encargan de que cada uno de nosotros nos olvidemos de muchas cosas.

John afirmó lo que dijo.

—Sí. Lo sabemos. Si localizamos a los gemelos locos podremos llegar hasta la reina de corazones. La supuesta jefa. —señaló el inspector. —Mandaré a una patrulla al edificio de tu discográfica. Si han ido ahí varias veces significan que irán de nuevo.

—Vale. Espero que sean más eficaces que los que hay en mi casa. El otro día salí a correr y estaban dormidos. Ni se enteraron. —dije yo esta vez.

— Mierda. ¿Y por qué no les despertaste? —preguntó él obvio. —Además, no te gusta correr.

—Iba conmigo. —habló Tobías. —Le estoy dando clases de defensa personal. Petición suya, no mía.

—Es tan mala como yo jugando al parchís. —se rio mi primo y le di un buen golpe en el estómago. —Joder, prima. La cicatriz.

Con culpabilidad le ayudé a sentarse. Se me había olvidado por completo.

—No volváis a salir solos. Va por los dos. Haré un relevo de patrulla. —dijo Héctor y yo asentí. —Ahora, lo que tenemos que tener claro es que si vemos a esos gemelos tenéis que avisarnos. A los gemelos o a cualquier persona que os parezca sospechosa.

—Ariadna me parece sospechosa. —dijo Óscar levantando la mano con dolor. Yo rodé los ojos. —Hay mucha gente metida en esto y es cierto que tenemos que estar pendientes de nuestro alrededor, pero no creo que muchos estén fuera del país de las maravillas. No después de que haya salido Manuel.

— ¿Por qué no? —pregunté.

—Porque Manuel está sin control. —me contestó. —Esto es como el corredor del laberinto, un peliculón por cierto. Todos somos conejillos de indias en un experimento macabro.

—Creo que nos habíamos dado cuenta. —se cruzó de brazos Tobías.

—Calla supermodelo. —él se indignó. Mucha gente le había tomado cariño a ese mote. —Esto es diferente. La auténtica película trata sobre que una niña va a un mundo mágico, se queda atrapada, conoce a criaturas parlantes y tiene que llegar hasta el final del recorrido, vencer a la reina y salir. Esto es parecido y a la vez no.

Le animé a que se explicara.

—Cuando Manuel secuestró a Ariadna era para matarla, para seguir la tradición y todo eso, pero no funcionó bien porque Juana y John se interpusieron. —Óscar miró a John. —Manuel quedó en prisión y eso a la jefa no le gustó. Las tornas cambiaron y pensó. ¿Y si en vez de que él matara a Alicia, Alicia matara al sombrerero? Al fin y al cabo, Manuel tenía que morir.

—Por favor, llámame Ariadna o te pegaré de nuevo. —le dije.

—Perdona. En fin, que se le metió esa idea en la cabeza y comenzó a recrear a mucha más gente. La mayoría están en el país de las maravillas, encerrados en secciones. Todos están vigilados y cada día le dan una dosis de la sangre esa. ¿Por qué no han actuado hasta ahora? Porque no estaba Manuel y Manu ya es una carga para la jefa. —siguió. —Así que esperaron hasta su día de libertad. Le aconsejaron que colaborara en los juicios para reducir su condena y así fue. Pero Manuel necesita mucha vigilancia. Está descontrolado. Es como un perro rabioso que no sabe a dónde va. Cuando dijisteis que el otro día os estaba esperando me pareció raro, es decir, ha salido hace varias semanas y yo sé que en los planes no estaba dejarle libre para que os diera un aviso. Un aviso de que Tobías se marchara. Lo más probable es que consiguiera escapar, pero seguramente ya esté solucionado.

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora