Capítulo 17

341 65 91
                                    

Narra Ariadna

— ¿Qué hay? ­—dijo obvio. —Enserio, quien te haya enseñado a hacer esto debería de enseñártelo bien...

Parpadeé aun mirándole.

— ¿Qué?

—Las piernas. —señaló. —Sólo me estás inmovilizando una porque tu peso está hacia un lado y no en el centro de tu cuerpo, por lo que me da tiempo para hacer esto...

Noté como una de sus piernas conseguía salir de debajo de mi cuerpo y la colocaba detrás de mi pelvis. Acto seguido, se liberó la otra al yo perder la fuerza que estaba ejerciendo. Sus piernas me apretaron hacia su cuerpo. Era tanta la cercanía que se me cortó la respiración y hasta que no me sonrió con arrogancia no me di cuenta de que había dejado de agarrarle las muñecas y él ya estaba agarrando las mías.

—Menos mal que no soy nadie que te quiere matar porque si no ya estarías muerta desde un principio por pequeños fallos que has cometido. —sonrió encima de mí. —Aunque no negaré que me ha parecido muy sexi como te has defendido.

Le miré aun sin aliento. Notaba como mi cuerpo estaba completamente quieto sin posibilidad de moverse y al no contestarle a lo que había dicho, aflojó un poco la fuerza que estaba ejerciendo sobre mis piernas y me soltó las manos.

— ¿Eres idiota? —le pegué en el pecho, pero ni se inmutó. —Me has metido un susto de muerte.

—Vos te volviste loca. Me has dado un cabezazo en el ojo, ¿sabes? —le miré el ojo derecho y me mordí la lengua para no sonreír. Se estaba poniendo ligeramente rojo.

—Lo siento, pensaba que me ibas a hacer daño. ¡Podrías haber dicho que eras vos!

— ¡Lo intenté! Pero no me escuchabas, estás borracha y dramatizas todo. —abrí la boca indignada y él se acomodó sobre un brazo.

—Yo no dramatizo nada.

—Si lo haces. ¿Me vas a decir quién te enseñó? Porque uno de mis sueños era enseñarte defensa personal, pero ya veo que se me adelantaron. —se mordió el labio. —Aunque dudo que te enseñaran la otra parte divertida que yo quería...

Intenté demostrar que ese comentario no me había afectado, pero me había afectado muchísimo.

Me moví incómoda y sus piernas se apretaron sobre las mías.

—Fue Leo. Hace un par de días me comenzó a enseñar alguna que otra cosa. —puso una mueca.

—Yo te podría enseñar muchas más cosas que ese.

Dios santo. Maldito doble sentido.

Me quedé mirándole un buen rato y su mano me acarició la mejilla en un gesto cariñoso.

—Bueno ya. —carraspeé. —Quítate de encima.

— No.

—Tobías...

—Aún no. Tu mente inquieta tiene que esperar un poquito. Además, estoy cómodo en esta postura. —fruncí el ceño y caí en la cuenta de algo.

— ¿Por qué estás acá? ¿Cómo has encontrado este lugar?

—Bueno, cuando te di las buenas noches estabas tumbada en tu cama y al principio no me di cuenta, pero luego pensé, ¿desde cuándo duermes con maquillaje? —mierda. —Y claramente nunca duermes con maquillaje, ni vos, ni ninguna chica y si lo hacen es raro que no se levanten como un mapache ni se sientan incómodas. En fin, me encontré a tu querido novio andando por los alrededores de casa y menos mal que te agarró a tiempo cuando saltaste por la ventana porque casi me da un infarto al verte caer. Llamé a Alex preguntándole si había alguna fogata, pero me dijo que no, aunque si comentó algo de una fiesta. Claramente, conociendo tu cabezonería, ibas a estar acá. Vine con él, me dio una máscara y llevo más de unas dos horas mirándote bailar con Leo que por una vez en su vida no se comporta como un capullo. ¿Le has dado su chuche favorita para que el pequeño leoncito se comportara?

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora