Capítulo 24

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Narra Alan

Me até las zapatillas con un doble nudo y me aparté el pelo mojado de la cara. Guardé la raqueta de tenis en su funda y me la colgué del hombro. Me despedí de mis compañeros. Yo siempre procuraba salir antes que todos.

—Alan, espera. Voy contigo. —me habló Aarón antes de que pudiera abrir la puerta.

—No hace falta.

—Si hace falta. —se apresuró a colocarse a mi altura y salimos de los probadores.

Hacía bastante aire fuera provocando que mi pelo recién salido de la ducha se moviera hacia los lados, algunas gotas me cayeron en las mejillas y me las aparté con la mano. A mi compañero le pasó exactamente lo mismo y observé de reojo como entrecerraba los ojos por el aire. Aarón comenzó a hablar sobre el entrenamiento de hoy manteniendo de esa forma una conversación constante conmigo. A diferencia de mi hermana, a mí me encantaban los deportes. Si Ariadna le pusiera un poco de empeño y ganas seguro que su condición física mejoraría y no parecería que se fuera a desmayar por correr unos pocos metros.

Aarón me caía bien, muy bien. Era un buen amigo. Bueno, mi único amigo que existía de verdad en aquel lugar. Es cierto que a veces era un poco tonto y actuaba sin dos dedos de frente, aunque para mí todos los humanos eran así, sobre todo mi hermana, que ya me había demostrado varias veces que su capacidad de razonamiento era mínima. Teníamos la misma edad y aun me sorprendía que no fuera como el resto de alumnos y me mirara como el bicho raro que era. Porque hasta yo lo admito, soy raro. Desde que se había ido Nicolás, el hermano de Tobías, a vivir a Miami, me había quedado con el resto de nuestro grupo de entonces. Grupo, el cual, me dejó de lado con el tiempo. Muchos se cambiaron de colegio, otros simplemente me dejaron de hablar...

Hace un año conocí a Aarón. No le conocí por las buenas, más bien me salvo del aprieto de siempre. Desde ese día nos volvimos inseparables y yo le debía un favor, favor que saldé ayudándole en matemáticas. Es tan malo como yo intentando comprender porque a las personas les gusta agujerearse la lengua. ¿Qué necesidad? La de bacterias que tenemos en la boca como para que nos claven una aguja y nos metan un trozo de hierro. Pero Aarón era buen chico y por eso no comprendía que hacía con una persona como yo. Ni yo sé que hacer conmigo mismo.

— ¿Qué tal todo por casa? —Ya sabía la respuesta. Se rio de mí. Que mal amigo. —Seguro que tampoco es tan malo.

—Le exnovia de mi padre tiene algo raro con John. —comencé a decir mientras miraba al polideportivo. —Mi primo, que sigue herido porque fue apuñalado, casi incendia la cocina hace tres días. Tobías anda haciendo el imbécil por la casa porque está celoso de Leo. Leo stá siendo Leo y molesta a Tobías todas las noches. Duermen juntos y yo creo que no hay peor combinación posible. —Aarón volvió a reír. —La novia de Tobías o cosa rara que tenemos en casa, que tiene voz chillona, se levanta a las seis de la mañana para hacer un ritual raro. Mi hermana sigue siendo ella e ignora que ama a Tobías. Y yo, yo solo quiero tranquilidad y no la encuentro por ningún lado porque si me salgo al jardín aparecen periodistas a preguntarme cosas que me da igual. Por lo que ¡sí! ¡Si es muy malo!

—A mí me parecería divertido. Estaría pendiente de todo. Hay muchos cotilleos en esa casa.

Rodé los ojos mientras él intentaba seguir dándome razones para no verlo todo malo. Y eso que no había añadido las cartas del psicópata de la familia y que mi tío había intentado acercarse a mí. Porque sí, lo había intentado, pero no le salió muy bien.

—Mira, yo sólo quiero poder entrar a mi habitación sin tener que encontrarme a los dos chicos que están enamorados de mi hermana peleándose. O poder salir al jardín sin tener que ver a Sandra en unas posturas sacadas del exorcista. —me quejé parándome en seco. A Aarón se le había caído el celular, pero teniendo en cuenta que siempre se le caía y nunca se le rompía, no estaba muy asustado.

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora