Capítulo 21

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Narra Ariadna

Observé con diversión como mi hermano fulminaba con sus pequeños ojitos verdes a la chica castaña que estaba sentada justo al lado de Tobías y no, no era yo.

Al parecer, a Sandra se la había invitado a la cena. Leo también se había quedado. Después del susto de día anterior me pareció una buena idea, pero que se quedara Sandra no era una buena idea. Al haber tanta gente en la mesa estábamos bastante apretados y tuvimos que sacar varias sillas extra para poder sentarnos todos.

Mi hermano colocó el tenedor de tal forma que cuando le diera al extremo la comida saltara por los aires. Le di un leve golpe para que se estuviera quieto, pero el negó con la cabeza y lanzó un guisante al vaso de Sandra. Acertó de lleno y un par de gotas la salpicaron al introducirse dentro del vaso.

Me sorprendí por su puntería y mi hermano retiró la mirada como si él no hubiera tenido nada que ver. Leo se rio a mi lado y Óscar le chocó el puño mientras yo ocultaba la sonrisa que quería asomarse por mis labios.

—Veo que hay gente en esta casa que no tiene muchos modales. —comentó la chica mientras se secaba con la servilleta.

—Querida, me parece que todas las personas presentes en esta mesa poseen una cantidad de modales los suficientemente adecuados para mantener una conversación y una postura adecuada contigo. —dijo mi primo sin dejarme contestar a mí. —Igualmente, no creo que sea necesaria nuestra participación ya que desde que has metido uno de tus queridos pies en esta casa, no has dejado de hablar de... vos misma.

—Óscar. —murmuró John y mi primo se encogió de hombros.

— ¿Qué? Necesitaba decirlo. A mí que más me dará que el pasado Lunes se haya ido a la peluquería. Me alegro muchísimo que le capearan el pelo, que pena que no le dejaron calva, sin duda, hubiera sido una vista más maravillosa para mis ojos. —Óscar la miró por un segundo. —A todo esto. Aclárame una duda. ¿El pelo de delante te lo has teñido de rubio o es blanco? Porque parecen canas y si tienes canas tan joven deberías de preocuparte, no creo que quieras ser una abuelita con pelo blanco a los 26 años.

Tobías se atragantó con la comida y yo le miré con preocupación mientras Sandra se ponía de un tono rojizo por la furia y vergüenza. Se levantó de la mesa, igualmente ya había terminado de comer, y salió por la puerta trasera que daba al jardín.

—Eres tan agradable, Óscar. —murmuró Luz con una mueca y la siguió.

— ¿Es un delito querer que dejara de hablar durante un minuto? —volvió a decir. —Yo no me quejo de que me hayan apuñalado, pero ella se queja de que en el avión no le dieron asientos en primera clase. ¡No todo en esta vida es lujo, querida!

Esta vez fue Tobías quien se rio con ironía. Se pasó las manos por el pelo y suspiró hondo.

John comenzó a quejarse de la actitud de mi primo. Al parecer, John y él habían pasado bastante tiempo juntos y para mi primo, John era lo más parecido a un ejemplo de un padre. Era él o su padre, mi tío, el psicópata. Le ayudó a levantarse y a tumbarse en el sofá para que siguiera descansado.

—Alan no vuelvas a hacer eso. —le hablé. Abrió la boca para poner una pega, pero yo negué. —Puede no caerte bien, pero esa no es forma de actuar con una persona.

Mi hermano puso una mueca y asintió con la cabeza gacha.

—No te preocupes hombrecito. En mi opinión, me ha parecido correcto lo que has hecho. Alguien tenía que callarla. —comentó Leo a mi lado y yo rodé los ojos. —Aunque Tobías podría controlar mejor a su novia, así no tendríamos que intervenir el resto.

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora