Rassvet (parte II)

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Abro la puerta de mi despacho y nada más entrar me lanzo hacia la butaca de segunda mano que compré hace dos días.

Todo mi cuerpo está entumecido por el frío. Enciendo la estufa de mis pies a la velocidad de la luz.

Apoyo mi tobillo derecho contra la parte trasera de mi zapato izquierdo, empujo hacia abajo para sacarlo y hago lo mismo con el otro

Estoy en la gloria más absoluta.

Despierto del país de las maravillas y estoy de vuelta en la realidad. En mi pan de cada día.

Vuelvo mi vista al montón de vidas descritas a la perfección en esos papeles.
Casos de políticos corruptos, asesinos en serie, suicidas, estafadores, sociópatas convertidos en psicópatas... Todas y cada una de sus vidas delante de mí.

Qué paradójico, soy exactamente como el niño apasionado de los dulces al que se le pone delante de las narices el pastel con el corazón relleno del chocolate derretido más delicioso jamás creado por el hombre y, única y exclusivamente cuando todos los demás lo han devorado, le conceden el privilegio de comer las migajas de lo que ha sobrado. Una y otra vez. Día tras día.

Los casos, como es obvio, ni los huelo. Me acerco a ellos nada más que para realizar la árdua tarea de mirar por la letra del abecedario que empieza el nombre del delincuente que otro ha buscado, investigado y detenido. Como premio, puedo elegir el color del archivador en el que voy a meter el caso. Tan emocionante es, que estoy por escribir un libro.

Resoplo indignado y me viene la vocecita de mi madre

"¿Que qué? ¿Estás loco? ¿Cómo diantres se te ocurre estudiar periodismo y criminología? Sabes como nos ha ido a mi y a tu padre Louis, no quiero lo mismo para ti. No vas a poder estar tranquilo ni un minuto del día pensando en el trabajo. El periodismo te come hijo, te engulle y una vez lo hace, no puedes salir Louis, jamás"

¿Lo que hizo eso? Provocarme una sonrisa de oreja a oreja y hacer que me decidiera por la que sería mi vocación en esta vida. Pero miradme, lo único que me engulle en estos momentos es toda la porquería esparcida por mi despacho. Nada del "gusanillo", nada del insomnio, nada de nada.

Tomo un sorbo de mi café con leche y siento como arde cada parte de mi cara y es una de las mejores sensaciones del mundo mundial.

Me acomodo en mi butaca verde ónix y cojo mis gafas de al lado de la lámpara y las acomodo justo en el puente de mi nariz.

Empiezo a leer los nombres de quiénes "atemorizan" a nuestra población. Papanatas. Eso es lo que son.

Echo una ojeada al caso delante mío, miro la letra. elijo color, lo clasifico.

Y vuelta a empezar.

Ojeada, letra, color, clasificación.

Empiezo a cantarlo, con un poco de blues mezclado con jazz.

Así paso las horas hasta que oigo la puerta del despacho abrirse y mi yo interior muere unas mil veces mientras ve la silueta de Lillian aparecer por la puerta. Trago saliva porque parece una ciénaga y no un despacho. Si dijera ser el primo hermano de Shrek nadie lo pondría en duda.

Se aclara la garganta, cierra la puerta y el silencio es oficialmente roto.

- ¿Puedo pasar?

Sería realmente modesto por su parte, si no estuviera ya dentro mirándome con ojos increpantes.

-Sí claro, cómo no - digo mientras una sonrisa de gato de Chesire invade mi rostro.

-¿Y...?

Abre sus ojos expectante a que yo adivine qué quiere.

¿A caso me está ayudando a adivinar la letra del nombre del próximo caso en el montón de mi mesa y ahora toca archivarlo?

Estoy por reírme de mi paranadagraciosa ocurrencia pero rompe el silencio, otra vez. Maldita manía que tiene.

- ¿Cómo fue la mañana? - coge el taburete que yo solía usar antes y se sienta.

Me levanto de golpe.

-Siénte...

- No, no. Estoy bien aquí. Solo voy a estar aquí por unos minutos. Quédese ahí, de verdad.

Está bien, me encojo de hombros y me vuelvo a sentar.

Me mira escrutándome y mi bombilla se enciende.

Ave maría purísima, ¡está aquí por Harry!

-Ha ido... bien, es un muchacho agradable.

¿Qué se supone que tengo que decirle? ¿que me lo he encontrado tirado en medio de la carretera nevada? ¿que hemos hecho una apuesta y la he perdido?

Elijo quedarme en silencio. Entonces, me mira. Le miro. Sus ojos miran al acecho de cualquier grieta en mi cascarón e igual que su sobrino, rompe a reír, sin previo aviso.

Acerca el índice a su ojo y se limpia la lagrima que le cae.

- ¿Fue terrible verdad?

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Lo sientooooo:( mañana intentaré escribir lo que queda de capítulo, odio lo que escribo... Pero intentare subir mañana así, ¡por fin!, empezará la trama de la historia.

Los que seais... Gracias por estar ahí

Besos,

Coba xx

Crisálida ||l.s||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora