Limonnyy sok

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Entré por la puerta y como siempre las paredes parecían absorberme, confundirme, aun no podía quitarme esa sensación de encima, el peso del mundo cayendo sobre mi espalda y las situaciones y sitios más cotidianos, rutinarios haciéndome sentir pequeño e inservible.

Dejé la mochila a un lado. Ese Louis... Era extraño, un extraño en un sentido extraño. Me río interiormente.

 Soy tan poético.

Pasé mi sudadera por encima de mi cabeza haciendo crujir huesos de mi espalda que no sabía ni que tenía. La lancé al sofá y me tumbé.

Estuve pensando en qué hacer, cómo pasar el rato sin estar encerrado en mi mente, sin tener que sentir lo que soy, lo que siento.

Mis neuronas parecieron conectarse y encendí la televisión alargando mis extremidades hasta el mando a distancia. Y como si ese momento hubiera estado hecho para mí estaban dando el Cisne Negro en la tele. Me estiré con los pies acomodados en el respaldo. Suspiré. En ese momento noté algo que se clavaba en mi columna.

-¿Qué cojones...?

Debajo del cojín entre el respaldo y donde te sientas había una maldita botella de vodka que no estaba allí antes. El sofá no es algo que no frecuente precisamente.

La cogí entre mis manos mientras Natalie Portman se movía con una destreza mágica, hipnotizante delante de mis ojos.

Examiné la botella de un lado a otro, supe que era vodka por el embotellado, llámale instinto alcohólico. Me tentaba el abrir la botella y acabármela yo ahí solo, tranquilo, en paz. Sentir el ardor, la calidez tremenda niar en tu garganta mientras traviesa tu esófago. Me daban igual las arcadas y el mal sabor, la verdad es que ya tenía gotas de alcohol cayendo por las comisuras de mis labios probando el gusto terrible y espantoso pero que mitigaba lo que sentía por dentro.

En poco, mientras Natalie Portman iba perdiendo la cordura yo iba recuperándola. El alcohol a veces me hacía sentir más contento, más relajado. En media hora a penas quedaba un trago. Esperé y esperé y cuando el cisne negro se precipitó hacia el escenario yo bebí mi último trago.

¿Qué acababa de hacer? La verdad es que seguramente alguien había puesto esa botella ahí y la había escondido por algo, pero qué más daba. Iría al sótano, cogería otra botella y simplemente la remplazaría.

Estaba llorando, era gracioso porque nunca lo hacía ¿Por qué necesitaba estar borracho para expresar lo que no despierto?

Bendito vodka.

Benditos todos.

Empecé a pensar que mi soledad no era de esas que con un momento feliz se amitiguara. Ayudaba sí, pero seguí allí, era como mi propria sombra. Yo era feliz, pero a mi manera. ¿Y por qué no decírselo al mundo? Mis piernas respondiendo antes que mi cabeza decidieron subirse encima del mueble de la cocina y abrir la ventana.

-¡Mujeres, hombres, perros, gatos, árboles y todo aquel que me escuche! ¡Nunca he sido tan feliiiiiiiiiiiz!- grité a pleno pulmón a la nada más absoluta. La verdad es que pareció como si el viento se pusiese de acuerdo para inclinar las ramas de los árboles hacia mi casa. Como si realmente me escucharan, me respondieran. 

Puto alcohol.

De vuelta al sofá, encendí el radiocassette y le di al play. Black Sabbath empezó a sonar con su música pausada. Pero ¿por qué iba a seguir yo el ritmo de la música? Me puse a bailar como un loco rompiendo todos los esquemas de ritmo y harmonía, movía mis manos de arriba a bajo balanceando mi cabeza hacia todas partes.

Los pies eran otro mundo, tocaban otro universo, me notaba levitar y me estaba sintiendo jodidamente genial.

Miré a mi alrededor y me sentí un poco menos vacío. Pero creo que tampoco merecía la pena haberse bebido una botella entera de vodka. Mi barriga empezó a resentirse y paré de bailar. En esos momentos simplemente no piensas lo que haces solamente actúas, actúas y te da igual lo que te digan, te da igual todo. Cogí un vaso de agua y lo llené, el agua caía por los bordes y yo estaba hipnotizado mirando esa tonta escena. Los pequeños momentos son los que contaban por ese entonces. Mirar el agua así, como despreocupada, meciéndose a la forma del vaso de la pica de allí donde caía. Y lo más hermoso, el segundo en el que no está ni en el vaso ni en ninguna superficie, el momento en el que está suspendida en el aire. Creo que me enamoré del agua.

Crisálida ||l.s||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora